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Punto de vista

El dilema de Sabella

El dilema de Sabella
19 de junio de 2014 - 00:00

Es difícil estar convencido de algo y que la realidad nos lleve por otro camino. Alejandro Sabella nunca es un tipo efusivo, desbordante de alegría. No es común verlo reírse a carcajadas y anda por la vida con esa mirada nostálgica y llena de incertidumbres. Pero la cara que tenía en la conferencia posdebut de Argentina lo mostraba aún tenso y preocupado por el dilema que se le plantea. ¿Argentina debe jugar como él quiere o como se sienten cómodos Messi & Cía.?

Si el técnico pudiera elegir, su equipo jugaría siempre con el 5-3-2 cauteloso que mostró en el primer tiempo. Los jugadores, en cambio, prefieren la otra variante: el 4-3-3 que a menudo se convierte en un 4-2-4 por la tendencia de Di María a ir hacia adelante. No hubo un solo futbolista que pasara frente al micrófono sin remarcar que la formación de la segunda parte es la que prefieren, la que mejor conocen. También es la que hace feliz a Messi, la que mejor le sienta para desnivelar en los últimos 30 metros del terreno sin necesidad de bajar a buscar la pelota hasta la mitad de la cancha. Messi no es un armador. Probablemente nunca lo será, aunque muchos jugadores en su veteranía suelen tirarse atrás a favor de un mejor panorama. Lo suyo es el desnivel individual, el uso de sus compañeros como postes para que le devuelvan la pelota. Con el tiempo aprendió también a dar el último pase -no le faltan condiciones-, pero no es lo que más le gusta.

Ahora bien, un par de curiosidades. Sabella, una rara avis del fútbol argentino, modelo de corrección política y de tolerancia, soportó ayer que periodistas de varios países le cuestionaran el modelo inicial y le remarcaran errores que él mismo reconoció corrigiendo la alineación en el entretiempo. Pero la realidad es que se lo vio más tranquilo con su sistema que con el otro. A ver: el equipo llegó menos en el primer tiempo, fue un sopor lento, pero también le llegaron menos y no le convirtieron goles. Con el otro dibujo, Argentina ganó en explosión, se enchufó Messi, Gago aportó la claridad en el necesario primer pase, Higuaín fue el poste de descarga y se vio un juego más eléctrico. Como contrapartida, Bosnia también tuvo sus situaciones y convirtió un gol. Se dio, en ese segundo pasaje del partido, un golpe por golpe que Sabella odia. Amante del equilibrio y del control, detesta el vértigo del ida y vuelta porque sabe que lo expone en su Aquiles: un sistema defensivo poco confiable donde el medio campo es insuficiente y los defensores no tienen la suficiente jerarquía individual ni el trabajo colectivo como para contener contraataques veloces.

Irán, próximo rival, el adversario más débil, no planteará estas inquietudes. Pero el dilema está instalado: la cautela de Sabella o la explosión de un equipo que mete miedo, aunque se exponga. Messi es feliz con la segunda variante. ¿Y cuánto vale tenerlo feliz?

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