Descansa en paz
Santa Fe, Argentina.-
La tanda de penaltis impulsó a Uruguay a las semifinales de la Copa América 2011, en la que Néstor Muslera detuvo el penalti de Carlos Tévez, tras un duelo sobresaliente en intensidad y emoción.
Fue un choque trepidante, en el que el equipo “celeste” sobrevivió casi una hora con un hombre menos y dejó fuera del torneo a Argentina, mejor sobre el terreno de juego.
La “Albiceleste” tuvo las mejores ocasiones, pero se estrelló ante Néstor Muslera, el guardameta uruguayo que detuvo el penalti a Tévez, quien sacó un par de manos prodigiosas en la prórroga y que dirigió a su equipo hacia la siguiente ronda de la competición, en la que espera Perú, ganador ayer de su encuentro ante Colombia.
El encuentro siempre cumplió con las expectativas. Desde el primer segundo, cuando el respeto presidía cada intento ofensivo, cuando ambos equipos solo amagaban, más pendientes de asentarse sobre el césped que de atacar al oponente, hasta el último lanzamiento de penalti de Martín Cáceres, el del triunfo uruguayo.
El partido ya arrancó con ventaja de Uruguay. En el minuto 5, Diego Forlán, que intercambia los papeles de goleador y asistente a balón parado con tanta naturalidad como efectividad, ejecutó una falta lejana, un centro al corazón del área, al que dio continuación Diego Lugano y que empujó Diego Pérez para anotar el 0-1.
El gol despertó a Argentina, herida en su primera ocasión en contra, y atrincheró a Uruguay, a la expectativa frente al dominio de la pelota de la “Albiceleste” (ayer vistió de azul marino; Uruguay jugó con camiseta blanca), de la velocidad de “Kun” Agüero, de las arrancadas de Ángel Di María, de los remates de Gonzalo Higuaín...
Y, sobre todo, de Lionel Messi. El atacante del Barcelona ofreció una demostración de su condición de mejor jugador mundial cuando el marcador estaba en contra -regaló un pase maravilloso a la cabeza de Higuaín para igualar a uno (m. 17)- y cuando ya estuvo equilibrado, aunque más intermitente, para dirigir el juego ofensivo.
No fue suficiente para marcharse en ventaja al descanso, pero sí para sentirse el dueño de un partido que se movía entre el control argentino y el despliegue defensivo de Uruguay y con dos goles anulados -uno a cada uno-, con la peligrosidad “celeste” a balón parado -dio dos largueros- y la expulsión de Diego Pérez por doble amarilla.
Un panorama prometedor para Argentina, una misión difícil, con aún cincuenta minutos, para la resistencia de Uruguay y una segunda parte repleta de incertidumbre por delante, porque el equipo local aún flojeaba en defensa, era demasiado intermitente en ataque y solo encontraba la fórmula para inquietar a Muslera con disparos lejanos.
A Uruguay le quedaba el contragolpe. No renunció al ataque Óscar Washington Tabárez, su técnico. Pese a la inferioridad numérica, mantuvo a Forlán y Luis Suárez en punta, a la caza de algún balón ante las dudas atrás de Gabi Milito y Nicolás Burdisso, e incluso, por momentos, protagonizó más oportunidades que su rival.
La emoción acompañó al choque en un tramo final trepidante. Higuaín perdonó a la media vuelta -respondió Muslera con una mano prodigiosa-; Forlán se encontró con la salida de Sergio Romero; Javier Mascherano se marchó a la ducha expulsado por dos amarillas; Tévez acarició el 2-1 en una falta, Higuaín en el posterior rechace; Forlán rozó el 1-2 en una jugada sensacional de Luis Suárez.
El duelo se fue a la prórroga, treinta minutos extras de tensión, de ocasiones y de tremendo esfuerzo, con un amenazante disparo de Álvaro Pereira, un tiro al poste de Higuaín o una jugada magnífica de Messi, y luego a la decisiva tanda de penaltis, resuelta con euforia uruguaya y profunda decepción argentina.