Punto de vista
Las sanciones blandas de la FEF
Las sanciones que impuso la Comisión de Disciplina de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) a Andy Casquete, Joao Tello (‘Fabiano’) y Josué Cortez Montaño (‘Joao Montaño’) terminaron siendo más blandas que ejemplarizadoras. Falsificar documentos o adulterar edades se ha medido de la misma forma que cuando un futbolista agrede a un árbitro: con seis meses o un año calendario. La diferencia entre ambas situaciones es que el jugador que mintió en el Registro Civil, en el club y en los organismos que rigen el deporte nacional ha obtenido réditos tras su falta:se ganó un lugar en un equipo profesional, jugó para la selección ecuatoriana y cuando ya pueda retornar a las canchas no le faltarán propuestas (ya dependerá de él si mantiene el mismo nivel a nivel profesional). Mientras que para el jugador que golpeó a un réferi -porque no soportó una injusticia, por la calentura del partido o porque el mismo hombre de negro lo provocó- todo es pérdida. Son poquísimos los casos de futbolistas que agreden al juez central porque las sanciones que se aplican ponen en vereda a quienes no lo han hecho. Así, el deportista sabe que al árbitro se lo debe respetar como al padre o la madre, aunque haya excepciones a la regla. Las sanciones débiles sobre quienes han cometido el delito de adulterar o falsificar documentos invitan a otros a hacerlo. Un muchacho que con 20 años de edad tendrá grandes dificultades de hacerse un lugar en el balompié profesional, verá como una gran oportunidad bajarse tres años, integrar la sub-17 de un club en el que competirá con compañeros de 16 y en el caso de ser descubierto -que en este fútbol normalmente no pasa- tendrá que pagar máximo un año, pero su meta de llegar y ser visto por otros clubes ya estará cumplida. Atrás habrá quedado, en cambio, el muchacho que no mintió y luchó honestamente con su edad real. Si Casquete, Tello y Cortez hubiesen competido honradamente no habrían llegado a ser parte de la sub-17 de Ecuador, no estaríamos hablando de ellos y a lo mejor tampoco hubiesen integrado los equipos en los cuales militan. Es cierto que ellos no son los únicos culpables y que al ser jóvenes fue menos difícil que se dejaran llevar por las malas influencias de los oportunistas del fútbol, pero si las sanciones siguen careciendo de severidad, las mentiras persistirán.
Es que resulta mejor opción llegar y ser sancionado que no llegar, sin olvidar que el negocio puede ser redondo: jugar con otra edad, predispuesto sin miedo a una posible corta sanción de 1 año, pero con la gran posibilidad de no ser descubierto como ya se ha dado. ¿Cuántos jugadores estarán arrepentidos ahora de no haber aceptado adulterar sus documentos? Ya hubiesen pagado la multa y serían los famosos del barrio. (O)