Punto de vista
¿Juego de machos?
Quedan pocos espacios visibles que sean completamente masculinos. Veintidós hombres de pantalones cortos tras una pelota. Pareciera que la cancha de fútbol es un claro símbolo de territorio como forma de aniquilación femenina como reafirmación de la identidad masculina.
Fernanda Colombo, jueza de línea de Sao Paulo, intentaba ejercer su profesión, luego de muchos años de estudio para llegar a las canchas y encontrarse con un techo de cristal cruel e injusto, llamado machismo. En el partido del Cruzeiro contra el Atlético Mineiro, por una polémica decisión de Fernanda, Alexandro Mattos, del Cruzeiro, le dijo: “La asistente es atractiva, pero no está preparada para esto. Es guapa, pero debe hacer bien su trabajo. Si es tan bella debería irse del fútbol y posar desnuda para Playboy”.
Vale la pena tener presente el caso histórico de Florencia Romano, primera mujer árbitro en dirigir partidos de fútbol profesional masculino en Argentina, y las diversas reacciones adversas en el mundo del fútbol local, incluido un enfrentamiento judicial con el presidente de la AFA para acceder al cumplimiento de su rol (1998).
O el caso de Estela Mary Álvarez de Olivera, criada en una familia de siete hermanos, que no entendía por qué tenía que quedarse lavando los platos mientras sus hermanos salían a jugar fútbol, hoy es una gran árbitra y su lucha constante contra el machismo es parte de su vida.
Esta presencia siempre incomoda, no les gusta a los hinchas, no les gusta a los medios de comunicación, ni a los jugadores ni a los dirigentes. No saben explicar con razones, en el fondo es un rechazo por invadir su espacio masculino, y eso no se expresa verbalmente, sino simbólicamente. “El fútbol no es un territorio a conquistar, es un territorio conquistado” (Gabriela Binello, Clacso 2000).
Isabel Carrera, arquera ecuatoriana, ha tenido todo tipo de insultos, ‘marimacho’ es lo más común. “Cuando una arquera hace una buena jugada o un acto de valentía, a un hombre no le parece un acto reconocible como deportista, si no que es un hecho que afecta su feminidad”.
El mundo del fútbol tiene varios actores dentro y fuera de la cancha, y en una sociedad aún machista, conquistar este espacio de manera profesional y no solo como amateur es muy complejo, pues se necesita romper barreras mentales muy arraigadas en la sociedad y en su cultura.
Existen microagresiones fomentadas por el deporte y que se reproducen en toda la sociedad sin darnos cuenta, son casi como invisibles, darles color supone arriesgarse a todo tipo de críticas. Pero hay agresiones completamente visibles que suceden a diario: Aunque no juega fútbol, Shakira, esposa de Piqué, sufrió una agresión extrema de misoginia y machismo: “Shakira es una puta” gritaban a voz en cuello miles de aficionados en el estadio del Espanyol, cada vez que Piqué tocaba el balón.
Esta escena pasó casi desapercibida, nadie la vio… no existió sanción alguna, ninguna autoridad se pronunció. Es normal, decían los hinchas, son bromas que se hacen a los jugadores. Un sistema patriarcal retratado en los estadios que no sanciona conductas machistas y es permisivo con agresiones claras y ocultas.
Estos actos mirados por una sociedad en silencio nos deben hacer reflexionar, son temas serios, el machismo mata.
Es hora de sancionar en el deporte el machismo, como se sanciona el racismo o como se sanciona la mordida de un jugador a otro. Este es un dolor social real y permanente que en Ecuador produce violencia de género en seis de cada diez mujeres. Y estas cifras tienen nombre y apellido. Jamás vamos a olvidar la ‘razón’ por la que mataron a Karina del Pozo. La frase de su asesino minutos antes fue: “¿Quieres saber cómo se mata a una puta?”.