No soy amigo de los arrebatos emocionales y mucho menos de los elogios infundados. En toda decisión siempre existirá una voz que diga lo contrario o quizás no esté convencida de la misma, lo que genera una pequeña grieta entre las opiniones.

La designación de Gustavo Quinteros como entrenador de la selección ecuatoriana es, sin lugar a dudas, el mejor golpe que pudo dar Luis Chiriboga a este tormentoso inicio de año, donde las acusaciones fueron las protagonistas de una novela que solo avizoraba un final triste para el fútbol nacional.

Pero esta elección no solo calmó las  aguas y generó esperanzas en un ambiente caldeado, sino que también estipula un salto de calidad en todo sentido, sin desestimar lo hecho por los antiguos cuerpos técnicos.

Los momentos en este deporte son los que marcan los destinos y considero que las dos necesidades se encontraron en el instante perfecto para entablar una relación con un gran final que todos visualizamos en Rusia 2018.  Conocimientos profundos de la mayoría de jugadores que militan en el torneo local e internacional, obsesión porque sus planteles estén atentos al más mínimo detalle y un respeto al buen juego, hacen que el nuevo entrenador goce de todo el respaldo de un país que se ilusiona y  vuelve a esbozar una sonrisa.

Ecuador cuenta con variantes en todas sus líneas y Quinteros, que ya tiene casi tres años dirigiendo en el país, lo sabe perfectamente, por eso sin lugar a dudas sus pensamientos deben estar ahora abocados a hilvanar las ideas adecuadas para la reestructuración de un selectivo que últimamente tuvo más portadas por conflictos que por satisfacciones deportivas.

Otra de las ventajas con las que cuenta esta nueva aventura es que los integrantes de esta ‘miniempresa’ denominada cuerpo técnico acarrean en sus intelectos mucha capacidad de trabajo y son el complemento idóneo de la cabeza del grupo, pormenor importantísimo para buscar grandes objetivos.  

Los sistemas tácticos que maneja el flamante entrenador quizás romperán lo que históricamente vio el público ecuatoriano en su selección y eso también es uno de los desafíos que afrontará esta nueva etapa; el respeto se gana desde el convencimiento de saber con qué rumbo se trabajará, y eso en este particular deporte a veces lleva tiempos distintos difíciles de comprender, por lo que apelo a la paciencia del fanático y, por sobre todo, entender que debemos perder el miedo futbolístico e intentar no solo ser tildados de ganar por la altura de Quito, sino también por virtudes tácticas y técnicas desde la certidumbre del grupo de trabajo.      

El combinado nacional no podía esperar un día más sin saber hacia dónde se dirigía, por eso aplaudo la decisión de la cúpula de la Federación, que con la experiencia en el caso se fijó en el termómetro popular y actuó de manera urgente para salvar la imagen de uno de los grandes motivos que puede juntar en un solo puño al país, y eso es la ‘Tri’.

El semblante del país futbolero cambió y eso es una buena señal, todos gozan de una esperanza que se abraza con la ilusión sabiendo que el responsable de los destinos de la pasión de todos está más que preparado para guiarlos e impulsar el crecimiento del balompié nacional. Los inicios en la mayoría de los casos estipulan el posterior andar de todo emprendimiento, y mucho más en un deporte, donde las opiniones se hacen dueñas de las verdades y pueden desviar el propósito. En la última década, Ecuador  tuvo mejoras visibles en sus    participaciones internacionales, pero no así en la interna, dejando relegado el  crecimiento del fútbol doméstico de manera alarmante. Quinteros conoce esta situación y, cuando desmenuza sus ideas, recalca que es elemental no solo modificar conceptos de juego y métodos de trabajo, sino también el  funcionamiento del fútbol en general, por eso ratifico mis ideas y digo que él es el hombre indicado para innovar todo esto, porque sabe muy bien que nació para escribir historia de la grande.