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Guillermo Almada, el juego perfecto es su obsesión

Guillermo Almada, el juego perfecto es su obsesión
05 de diciembre de 2016 - 00:00 - Redacción Fanático

Guillermo Almada es un mundo de contrastes. Es efusivo e intenso en la zona técnica, pero en su faceta personal y familiar es apacible. Grita, gesticula y se recrimina a sí mismo durante los partidos, pero fuera del campo de juego habla lo necesario. Se muestra fuerte y enérgico en los entrenamientos, pero tiene la capacidad de conmoverse con lo mínimo.         

En su casa, el estratega uruguayo prefiere meditar y aislarse escuchando la colección completa de la banda inglesa The Beatles, su grupo favorito, aunque también disfruta las canciones de Carlos Gardel y del ‘Pelado’ Gustavo Cordera (cantante, intérprete, músico y compositor de rock argentino).  Pero cuando está en la concentración, en el estadio Monumental, Almada no deja de investigar cómo entrenan los mejores estrategas del mundo y mira partidos que sus asistentes le graban. Guillermo Almada nació el mismo día que Paul McCartney, pero con 27 años después (18 de junio de 1969).         

La pesca es otro de sus pasatiempos. Dice que le transmite tranquilidad y le ayuda a meditar y reflexionar en silencio. Se autodefine como un hombre hogareño y odia trasnochar. Necesita por lo menos 7 horas de sueño para recuperar fuerzas y renovar ideas.               

Entre el Almada que jugó 22 años en 13 equipos de Uruguay, Chile, Colombia y Guatemala y el que llevó a los ‘canarios’ a su título número 15 no hay muchas diferencias. Es la misma persona obsesiva que busca la perfección del juego. Eduardo Favaro, actual técnico de El Nacional y excompañero de Almada en el Defensor Sporting, campeón del torneo uruguayo en 1991, cuenta que el ‘charrúa’ era “insoportable” en la cancha. “Hablaba con los compañeros, con los rivales, con los árbitros. No paraba. A veces nos sacaba de casillas, pero ese era el trabajo que le daba el técnico y lo cumplía bien”.              

Desde su etapa como futbolista Almada sabía que su futuro estaba en los banquillos. Por eso le prestaba especial atención a las lesiones de sus compañeros, a los informes médicos, a los trabajos físicos y tácticos que le asignaban los entrenadores. “La mejor enseñanza que tuve fue en el camerino cuando era jugador”, le dijo a EL TELÉGRAFO en una entrevista publicada el 30 de mayo pasado. En todos los clubes en los que jugó, Almada era el encargado de recibir las órdenes de los técnicos y transmitírselas a quienes jugaban junto a él.         

En Barcelona, Almada entendió que la única manera de satisfacer a la hinchada es ganando. Por eso se preocupó de que el equipo tenga la misma identidad y estilo  en cualquier cancha. Y los números lo avalan. En esta temporada, de la mano del técnico uruguayo, Barcelona ganó 31 partidos, perdió 7 y empató 5.          

Para él la presión al rival debe ser constante. Sus equipos deben salir a buscar los partidos desde el inicio y cuando hay que defender hay que saber hacerlo con la pelota y sin ella. Le gustan los equipos agresivos, protagonistas, que salgan a ganar, que cuiden el balón y que utilicen todo el ancho de la cancha.       

Por eso les exige a sus dirigidos que deben estar adaptados a todas las circunstancias del juego. En las prácticas de fútbol arma equipos con uno o dos jugadores menos y plantea escenarios en desventaja para su equipo. “Si un partido es friccionado hay que afrontarlo, todo eso lo ensayamos”, cuenta el adiestrador amante de todos los deportes, menos del rugby y el boxeo.

A la hora de elegir un mentor  no se queda con uno solo. Recuerda que aprendió mucho con Francisco ‘Quico’ Salomón y también con Beethoven Javier. Fue el primero quien le dio el espaldarazo para que no abandonara el fútbol a los 17 años cuando había dificultades en su casa. Le dio un empleo en su estación de servicio y lo ayudó a seguir.

Fue el propio Salomón quien también le dio la primera oportunidad de ser ayudante de campo en Fénix. A partir de entonces fue absorbiendo los conocimientos que revolucionaron a Barcelona en esta temporada. No muchos creyeron en él, ahora todos quieren que se quede. (I)

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