Bustos, un cordobés que se siente manaba
El argentino Fabián Bustos tiene un apego emocional con Manabí. Jugó en 2002 en el Manta FC, el mismo equipo en el que empezó su carrera como entrenador siete años después.
No es un manabita de cepa, pero siente a esa provincia como propia. Su acento cordobés desapareció. Dos de los mayores descubrimientos que hizo en su vida son la salprieta y la menestra de maní. Su esposa es manaba.
Para Bustos, Ecuador es un país para vivir y en Manta está su rincón favorito. Su lugar preferido es el balcón de su departamento, ubicado en la playa El Murciélago y que le da una vista privilegiada al Océano Pacífico. Allí se siente en paz.
En ese balcón ha tomado decisiones trascendentales en su carrera profesional. Una de ellas fue dejar Delfín para aceptar la propuesta que le hizo Alejandro Alfaro Moreno de asumir la dirección técnica de Barcelona. Es el estratega número 83 en la historia del club amarillo.
Manabí se le pegó en el corazón porque en esa provincia también dirigió a la Liga de Portoviejo y a Delfín, equipo en el que consolidó su carrera como entrenador y con el que salió campeón dos veces: en la serie B en 2015 y en la Liga Pro 2019.
Bustos tiene 50 años. Se siente un entrenador más maduro en relación al que llegó al país hace 10 años, tras su retiro como futbolista en Estudiantes de Buenos Aires (Argentina).
A Bustos lo miran con respeto en Manta. Ni siquiera el presidente de Delfín, José Delgado, lo tuteaba durante las conversaciones que tenían.
Según Delgado, en su relación con el entrenador siempre primó el respeto. Esto pese a que en 2016 el dirigente lo separó del banquillo “cetáceo” por malos resultados. Ascender al equipo a la Serie A no fue una garantía para continuar.
Le dicen el “Toro” por su fuerte cabezazo y su carácter temperamental durante su etapa como jugador. Es justamente esa última característica la que trata de implantar en los equipos que dirige. Juega con doble pivote y es un defensor empedernido del clásico 4-4-2.
Patricio Salazar, exgerente de Deportivo Quito cuando Bustos jugó en ese club, lo califica como “temerario”. Recuerda que en el 2000, en Riobamba, antes de un partido ante Olmedo, un grupo de aficionados le pidió camisetas.
Su negativa hizo que los hinchas se tornaran violentos y sacaran armas. Bustos se puso al frente y retó a los aficionados a que dispararan.
Otra muestra del carácter fuerte y temperamental de Bustos también ocurrió en el 2000, luego de un partido entre Deportivo Quito y Aucas. El dirigente Jaime Molina recuerda que el delantero y Marcelo Velazco, de Aucas, se retaron en los pasillos del Atahualpa. Estuvieron a punto de irse a los golpes. Bustos es así: muy aguerrido y no le gusta perder. (I)