Fernando giménez solís / jugador del club sport emelec
"Extrañaré mucho el calor de Guayaquil y los cangrejos"
Fernando Giménez se siente un ‘guayaco’ más. Aprendió a comer encebollado con arroz y pan y a chupar carapachos de cangrejos. Dice bacán en lugar de bueno o excelente. Le dice madrina a la señora de la tienda y para advertirle a un compañero que esté atento a alguna jugada utiliza la frase ‘ponte once’. También cultivó la habilidad y viveza para ‘regatear’ (pedir rebaja de precio) cuando va de compras a la bahía. Ese es el primer lugar al que lleva a los amigos y familiares paraguayos que lo visitan esporádicamente. Giménez es ‘vivo’ dentro de la cancha y fuera de ella.
Su casa, ubicada en una ciudadela exclusiva de la vía a la Costa, no parece la de un futbolista. No hay balones y en la televisión se ve poco fútbol. En lugar de eso hay muñecas y se sintonizan programas infantiles. Giménez tiene dos hijas: Fernanda, de ocho años y nacida en Chile, y Mía Valentina, de 1, que es ecuatoriana.
Los únicos objetos que hacen alusión a su profesión es una pintura artesanal de 60 x 40 centímetros que cuelga en la pared de su sala. En ella está retratado el equipo bicampeón de 2014. En una mesa, hay dos trofeos que los ganó cuando fue el mejor jugador del partido el 10 de noviembre de 2013 ante el Deportivo Quito y otro de su destacada actuación ante Deportivo Cuenca, en marzo de 2015. Esos recuerdos ocuparán un lugar especial en su maleta cuando retorne dentro de pocas semanas a su natal Paraguay.
Usted ha dicho que Emelec lo sacó del anonimato, que gracias a este club lo conocen en Paraguay. Que le dio estabilidad, que es una institución organizada, que siempre paga a tiempo y que le permite jugar torneos internacionales todos los años. ¿Por qué decidió irse tras 7 temporadas de éxito?
La familia es la principal razón. Esto no pasa ni por lo económico ni por lo futbolístico, eso lo tiene claro el presidente Nassib Neme. Queremos volver a nuestra cultura, disfrutar lo que tenemos allá. Queremos que nuestras hijas conozcan el país donde nacieron sus padres y que compartan más tiempo con sus abuelos y sus primos.
¿Pesó mucho en esa decisión el susto que experimentó su familia por el terremoto del pasado 16 de abril?
En ese momento empezó a darnos vuelta en la cabeza la idea. Pero no fue el factor determinante. Hay familiares en Asunción a los que vemos poco, durante estos años construimos una casa a la que vamos máximo cinco días durante las vacaciones. Hay cosas allá que hemos conseguido con esfuerzo, pero no las estamos disfrutando como quisiéramos.
¿Qué le espera en Asunción?
Tengo propuestas de trabajo en grandes equipos de Paraguay. Si no las tuviera hubiera pensado un poco mi salida de Emelec porque con este trabajo mantengo a mi familia. Las puertas están abiertas para regresar a Nacional de Paraguay, el club en el que me formé. Pero en lo económico ese conjunto no está a nivel de Emelec u Olimpia.
¿Ya es jugador de Olimpia?
No hay nada concreto. Yo hablé con dirigentes de ese club sobre la posibilidad, pero no hay nada firmado aún. Todo se definirá cuando termine la temporada con Emelec.
¿Qué significa ese salto de Emelec a Olimpia?
Es una revancha personal en el fútbol paraguayo porque no trascendí futbolísticamente en mi país. Pero mi intención es retirarme en Nacional. Emelec ha sido una gran vitrina, me dio la oportunidad de hacerme un nombre en el fútbol. Llegué en 2010 a los 24 años, estaba empezando mi carrera y acá me consolidé gracias a la experiencia que me dio el club disputando finales, ganando campeonato y jugando torneos internacionales.
Pero usted es un jugador distinto al de 2010. Cuando llegó pedido por Jorge Sampaoli era un carrilero izquierdo veloz, de ida y vuelta, corría mucho. Un año después corría menos, tenía un toque más pausado. ¿Qué hizo que cambiara su estilo?
(Sonríe) La práctica hace al maestro. Cuando llegué era un inexperto y tenía que compensar eso con mucha velocidad y entrega en la cancha. Pero con el paso del tiempo aprendí a correr mejor la cancha y no hacer esfuerzos innecesarios. Ahora le doy prioridad al buen trato de la pelota. En 2010 iba y venía por la banda. Ahora sé elegir el momento adecuado para llegar al área rival y a la propia cuando se trata de defender. Eso se lo debo a todos los técnicos que me han dirigido.
A usted lo han dirigido Jorge Sampaoli, Omar Asad, Juan Ramón Carrasco, Marcelo Fleitas, Gustavo Quinteros, Omar De Felipe y ahora Alfredo Arias. ¿Qué diferencias encuentra entre ellos? ¿Cuál lo marcó más?
Son parecidos. Sampaoli es más loco y pasional. Es muy obsesivo con su trabajo. Quinteros trabaja mucho lo táctico y para Arias la pelota lo es todo, le gusta el buen juego, la posesión, que le demos vuelta al balón y desgastemos al rival. Con él el equipo es más paciente, a diferencia de cuando estaba Quinteros. Con Gustavo éramos más verticales, pero teníamos menos tiempo la pelota. De Fleitas me quedo con su motivación y carácter fuerte para jugar y para dirigir. Asad trataba de complacer a los jugadores, si alguien le decía quiero correr por la izquierda le daba la libertad de hacerlo, pero así mismo teníamos que responderle en la cancha y ser recíprocos con esa confianza. De Felipe es un técnico muy vivo, porque supo manejar los momentos difíciles que tuvo el club. Me quedo con lo bueno que he aprendido de cada uno.
¿A qué extremo llegaba la locura de Sampaoli?
Él tomaba pastillas para descansar, pero se resistía a dormir. Pasaba todo el tiempo analizando el juego del equipo y del rival. Era una obsesión enfermiza. Nosotros estábamos en las habitaciones y lo escuchábamos hablar con sus asistentes en la madrugada. Veía partidos toda la noche, a veces hasta el amanecer. Una vez despertó a un compañero a las 2 de la mañana para darle información sobre un delantero al que le tocaría marcar.
¿Qué le ha faltado a Emelec para ser protagonista en torneos internacionales?
Experiencia y saber manejar situaciones de los partidos. En el campeonato nacional cometemos errores, pero no nos cuestan tan caro, a diferencia de lo que ha ocurrido en la Libertadores y Sudamericana.
A la hinchada de Emelec se le ha quedado mucho una frase que dijo después del clásico que ganaron hace una semana en el Monumental. Usted expresó que Barcelona no debía “limpiarse el culo antes de cagar”...
Fue una exageración y pido disculpas. Esa frase no debió salir de mi boca. Todo fue producto de la emoción del momento.
Durante su estadía en Emelec han pasado decenas de jugadores, unos dejaron su huella en el club y otros no. ¿Sigue en contacto con algunos de ellos?
Claro, con Lucho Figueroa, Pablo Cevallos, a quien conocí en Ecuador pese a que también es paraguayo. Chateamos, hacemos videollamada y hablamos de fútbol. Me preguntan cómo va el equipo en el campeonato.
Pero paradójicamente fue con Iván Borghello, exdelantero de Barcelona, con quien mejor se ha llevado en su paso por el fútbol ecuatoriano...
Nos conocimos en la escuela de danza a la que asistían nuestras hijas. Primero nos hicimos amigos los dos, luego se conocieron nuestras esposas. Con él es con quien más contacto tengo ahora. Nuestras hijas se llaman por Skype. Nuestras familias se tienen mucho aprecio. Cuando íbamos a verlas a la danza nos hacían bailar.
Después de los clásicos hacíamos asado. Pero cuando estábamos en la cancha nos olvidábamos de la amistad. Chocábamos mucho, después nos reíamos recordando como el uno hacía caer al otro.
Y con Matías Oyola también se lleva bien…
El ‘Pony’ es una gran persona, un gran amigo. Yo voy a sus cumpleaños y él viene al mío.
¿Se siente un ‘guayaco’ más?
Voy a extrañar el calor de Guayaquil, es una linda ciudad para vivir. La recomendaría con los ojos cerrados. Me va a hacer falta el encebollado con arroz blanco y pan. Los cangrejos. Los fines de semanas libres en Salinas, los viajes relámpagos con mi familia a Cuenca, las jornadas de pesca con los amigos en sus camaroneras o en mar abierto.
¿Conoce toda la ciudad?
No toda, pero lo suficiente para no perderme. Cuando llegué compré un GPS que todavía me es de mucha utilidad. Esa es la mejor compra que hice durante mi estadía en Ecuador.
En 2014 le robaron su celular en un tumulto que se formó cuando salía del estadio Capwell. Incluso ofreció una recompensa. ¿Lo recuperó?
Nunca. Solo quería recuperar las fotos y videos de la visita con mis hijas y mi esposa a Disney. Ofrecí devolverle el celular a la persona que lo tenía a cambio de que me deje recuperar ese material.
¿Por qué no se nacionalizó? Es cierto que Gustavo Quinteros le pidió que lo hiciera para llamarlo a la selección?
Ese tema se sacó de contexto. Lo que él me dijo es que si me nacionalizaba tenía la opción de ser convocado. Pero no ganaba mucho haciéndolo. (I)