El “sensei” de los pichinchanos
Tenía 12 años cuando Beber Espinosa dejó los campos imbabureños, donde aprendió a cultivar fréjol con sus padres, y se refugió en el gimnasio quiteño de artes marciales, propiedad de Víctor Hurtado.
Ahí el ex deportista esculpió su figura y la técnica de combate en el tae kwon do, karate y kickboxing. Por sugerencia del formador de boxeadores, Segundo Chango, ingresó en el mundo de los puños, del que solo salió por llegar al límite de edad (34 años) para competencias amateur.
“El único futuro que tenía si me quedaba en mi pueblo era ser agricultor, un empleado más de cualquier hacienda”, comparte el ex tetracamepón del mundo de kickboxing, mientras da indicaciones a sus alumnos en los bajos del estadio Atahualpa, donde funciona la escuela de esta disciplina de Pinchincha. “Dale, pega más fuerte, no aflojes”, dice mientras uno de sus pupilos golpea con puños y patadas los guantines sostenidos por otro.
El también campeón nacional, panamericano y latinoamericano de boxeo hace una pausa en su labor como entrenador y acepta conversar con FANÁTICO.
¿Aceptó de primera ser boxeador?
No, creía que yo no tenía habilidad para eso. Tampoco era de mi agrado hacerlo, pero el técnico Segundo Chango insistió y me convenció. Durante un año entrené con el profesor Luis “La Cobra” Buitrón y en la primera pelea vencí al monarca sudamericano del momento en 1989, el esmeraldeño Julio Obando. Con eso fui el campeón nacional.
¿Su estatura, 1,96 m, le favoreció en las peleas?
Casi nada porque en las competencias internacionales debía medirme con rivales mucho más altos (2,10m) y de mayor peso. Creo que incluso fue una desventaja, pero igual me esforcé siempre por superar a todos los oponentes.
¿De todos los torneos en los que participó, hay alguno especial?
Sí, el que más recuerdo es el Sudamericano en Belém (Brasil) 2002. Yo iba con la autoestima muy baja. Acababa de enterrar a mi papacito Manuel, quien fue atropellado. A pesar de eso llegué a la final ante un brasileño. Él me daba una paliza, pero en el descanso el “profe” Chango me mostró una foto de mi padre. No sé cómo la consiguió; me dijo que él me estaba viendo. Me levanté y con un gancho a la mandíbula lo vencí por KO.
Su carrera deportiva estuvo llena de éxito. ¿Eso se tradujo en ingresos económicos?
Puedo decir que sí. No soy millonario, pero tengo mi casita, un carro, y lo indispensable para cubrir las necesidades de mi familia (4 hijos), además. una renta vitalicia como deportista que me da el Estado. Pero lo mejor es el cariño y respeto de todos quienes me conocen.
¿Hubo algo que no conquistó en lo deportivo?
Sí, no pude alcanzar una medalla en los JJ.OO. de Atlanta 96 y de Sidney 2000. En el primero, no logré ir a la fase de clasificación, porque me rompí la mano derecha y fui sexto. En Sidney estuve entre los 10 primeros. Quise llegar a mis terceros Juegos, pero a mis 34 años ya fue imposible.
¿Por qué no ingresó en el boxeo profesional?
Tuve muchas y reiteradas propuestas, pero consideré que eso no era para mí y preferí no arriesgarme. Además, lo que a uno le ofrecían en dinero no valía la pena frente a todo lo que se llevaban los empresarios. Por eso mejor decidí colgar los guantes y dedicarme a lo que hice en el inicio, el kickboxing.
¿Qué es lo mejor que le ha dado el deporte?
Todo lo que actualmente tengo, como bienes materiales, pero sobre todo la posibilidad de conocer prácticamente el mundo entero. Estuve en Asia, Norteamérica, México, Europa, me faltó Oceanía.
¿Tuvo tiempo para estudiar?
Eso es algo de lo que me arrepentía en un inicio, pero pude corregir. A los 31 años logré mi título de bachiller y ahora peleo por regresar a la universidad y ser licenciado en Cultura Física. Si eso lo consigo puedo decir que moriría tranquilo.
¿En qué función se siente mejor, en la de entrenador o deportista?
Son papeles diferentes, que exigen entrega por igual. Mi experiencia me ayuda para que los chicos vean que es posible conseguir lo que se desea en la vida con dedicación.
¿Es verdad que le propusieron adquirir la nacionalidad italiana?
Sí, en Europa fui muy querido y respetado, pero de ahí a representar a otro país hay mucha distancia. Yo soy y moriré con orgullo siendo ecuatoriano, porque amo este país.