Carlos Enríquez, exportero y preparador de arqueros
Enríquez: "Encontré el gusto por el arco casi por obligación"
Camisetas, balones, buzos, guantes, recuerdos de momentos buenos y también los malos pueden ser observados en los muros apenas al cruzar el umbral del local donde el exportero de Universidad Católica, Deportivo Quito, Green Cross, Espoli, Aucas y la selección nacional, Carlos Enríquez, plasma su carrera deportiva de casi 20 años.
Esas paredes son testimonio de su vida futbolística, de años en los que cosechó dos subcampeonatos nacionales (1988 y 1997) como arquero titular y los títulos locales (2008 y 2009) como preparador de goleros con los “chullas”.
Esos muros hablan además de su paso por la selección absoluta en la Copa América Chile 1993. El mosaico multicolor es parte de la decoración de un negocio dedicado a la fabricación de indumentaria deportiva, que mantiene desde 1995 y que esconde anécdotas tan extrañas como que el exportero estudió jurisprudencia.
¿En tu ciudad natal diste los primeros pasos en el fútbol?
Nací en la parroquia de Puembo (Pichincha, el 22 de mayo de 1966), donde efectivamente di mis primeros pasos en el Independiente de esa localidad y en donde viví hasta entrar a la adolescencia, cuando llegué a Quito para proseguir los estudios en el colegio Montúfar.
¿Siempre fuiste arquero?
No, en Puembo jugaba como delantero, goleador (sonríe). Entonces a los 12 o 13 años en el colegio Montúfar me presenté a los entrenamientos en la selección como segundo arquero porque ya no había lugar en otro puesto.
El entrenador, licenciado Castillo (no recuerda el nombre), me dijo que solo había la vacante de arquero y que si quería quedarme ahí, sería bienvenido, así que para no perder el año en Educación Física, porque si antes no eras seleccionado tenías que ir a clases, acepté.
Arranqué como suplente, pero con el pasar del tiempo me quedé con el puesto y desde ahí no abandoné más el arco.
¿Entonces se puede decir que por una obligación empezaste en el arco?
Sí, eso fue, porque de no ser así, perdía el año; mis papás me habrían botado de la casa seguramente porque antes venir a estudiar a Quito era un esfuerzo que hacían mis padres y tirar todo por la borda por una irresponsabilidad creo que me habría costado mucho en el hogar. Pero realmente no me arrepiento de esa decisión porque eso marcó la pauta para hacer del fútbol una profesión.
¿Cuál era tu forma de manejarte al arreglar los contratos?
Tocaba pelear un poquito con los directivos, que casi siempre luchaban por pagar menos a un jugador. Creo que todo futbolista al comienzo sacrifica y cede mucho en el tema de acuerdos, pero a medida que uno va tomando experiencia, va haciendo respetar sus contratos y en mi caso no fue la excepción.
Quizás en los primeros años resigné muchas cosas, pero con el pasar de las temporadas los contratos ya fueron buenos, tanto que llegué a ser el mejor pagado en Deportivo Quito, pero ha sido a base de esfuerzo, sacrificio y también de personalidad al momento de respetar un convenio.
En el debut, en la máxima categoría, atajaste un penal, ¿cómo fue esa historia?
Mi primer partido como profesional fue en 1985 en Universidad Católica, con el profesor Francisco Bertocchi ante Deportivo Cuenca.
Fue medio accidentado (sonríe) porque a (Francisco) “Pancho” Reinoso, que era el arquero titular, le empezó a molestar el estómago en el entretiempo y le dijo al DT que no podía seguir. Entonces Bertocchi se me acercó y me dijo “Enríquez vas a entrar”, me llené de nervios, tenía 18 años.
Ganábamos 2-0 el primer tiempo y a los 7 u 8 minutos me marcan el primer gol de mi carrera, luego a los 12 o 15 pitan penal para el Cuenca y pensaba que se nos venía la noche. Al cobro fue el argentino (Enrique) Peralta, pero lo atajé y luego ganamos 4-1. Tapar ese penal marcó el inicio de mi carrera profesional.
¿Cómo fue tu primera etapa en Deportivo Quito?
Llegué en 1987 por pedido del profesor Carlos Sevilla, por un valor si mal no recuerdo de 3 millones de sucres. El cambiar de equipo fue algo motivante porque había diferencia con Católica, sin menospreciar a la Universidad, pero el Quito era un equipo con mucha más trayectoria, la hinchada era muy exigente. Al inicio me costó caerle bien a los aficionados, incluso tuve un poco de resistencia.
¿Por qué tuviste ese rechazo de los hinchas?
Tal vez porque era un arquero joven, de poca experiencia, antes había estado (Carlos) el “Bacán” Delgado, que llegó de El Nacional y como que la gente estaba identificada con él. Entonces cuando se da mi vinculación hubo muchos comentarios, no todos a favor, otros que de pronto tenían esperanzas de que yo hiciera un buen papel.
Pero me parece que en la segunda o tercera fecha del campeonato la gente empezó a verme de otra manera.
En ese periodo entre Católica y Deportivo Quito estudiaste jurisprudencia.
(Antes de contestar sonríe medio sorprendido) Sí, tuvimos la posibilidad de estar en la Universidad Central, pero fue algo muy corto porque el horario antes era, me parece, de 12:30 a 15:30 del preuniversitario y el primer año. Entonces era difícil para la gente que dieran permiso en los trabajos. Me parece que era más para ir depurando el grupo de estudiantes. Hice dos veces el intento: la primera vez en 1988, lastimosamente no terminé, creo que estuve dos meses, porque no podía ir a clases, los entrenamientos terminaban a las 13:30 más o menos, a veces iba sin bañarme, imagina los olores (sonríe), y otras faltaba porque no alcanzaba.
Al año siguiente volví a intentarlo, logré pasar el preuniversitario, pero el primer año fue difícil por el tema del horario y ahí definitivamente desistí.
¿Por qué decidiste esa carrera?
Siempre me gustó el Derecho y en la universidad nos hacían la misma pregunta a los 40 o 45 estudiantes que tomamos el preuniversitario y cada uno tenía distintas razones: que por los derechos del ciudadano, que por hacer respetar las leyes y a mí lo que me llamó la atención, además de gustarme, fue que creo que los abogados son los mejores pagados del país, al menos si es bueno es bien remunerado y tenía en mente serlo, pero lamentablemente no se dio.
¿Pero en el fútbol no te fue mal?
No me puedo quejar; todo, lo mucho o poco que sé hacer, fue por haber elegido esa linda profesión. Muchos dicen que es ingrato, pero me parece que no es así porque uno debe aprovechar los momentos que está en un mejor nivel para exigir sus condiciones y tratar de invertir en algo. Ahora creo que eso ha mejorado porque los jugadores tienen a sus empresarios que velan por sus intereses. Antes eran decisiones propias que uno tomaba, a veces erradas otras acertadas, pero se decidía sobre la marcha.
¿Nunca te manejaste con empresarios?
No porque antes era muy difícil tener uno; solo los más destacados eran manejados por este tipo de personas y cada uno se encargaba de buscar equipo, hacer sus contratos y el intermediario casi no existía.
En nuestro tiempo no había mayormente empresarios; ahora se los conoce como “chupa sangre” (sonríe).
Al hablar de tu carrera siempre sale a la luz el incidente con el árbitro Milton Villavicencio, ¿qué sucedió en este sonado caso en su momento?
Fue en 1990 en un partido en Quito ante El Nacional, en la tarde de un sábado en el Atahualpa, y lo que es la vida: alguna vez nos encontramos con Don Milton y nos saludamos, conversamos, topamos el tema, pero creo que son cosas que pasan con cabeza caliente. La historia es que a los 20 minutos, creo, Villavicencio pita un penal a favor de ellos, viene al cobro Ermén Benítez, acepto que me salí uno o dos pasos, pero la “Pantera” hizo un amague que no estaba permitido, tapo el disparo y el juez determinó que se volviera a cobrar. Como estaba más cerca, me adelanto a reclamar y luego por el ímpetu de mis compañeros me tiran hacia él y lo empujé sin querer, por eso me expulso, me cayó una suspensión de un año, que luego apelé en la Ecuatoriana de Fútbol y me la rebajaron a seis meses.
¿Qué hiciste durante ese tiempo de suspensión?
Seguí entrenando en el club, que me pagó el sueldo durante ese tiempo por gestión del presidente de ese entonces, Luis Chiriboga, y también hubo la posibilidad de ir a jugar al exterior, pero no se concretó y entonces esperé hasta que se cumpliera la sanción y volver a jugar.
Tras la suspensión te llamaron a la selección para la Copa América Chile 1991, ¿cómo recibiste esa convocatoria?
A la Copa América fui feliz, pero ya en el torneo no fue tan agradable porque fuimos dos porteros con Erwin Ramírez, quien estuvo involucrado directamente con la derrota (1-0) en el debut contra Colombia y en el segundo la mayoría de gente, incluido el presidente de la FEF en ese entonces, Carlos Coello, pedían que yo fuera titular.
Sin embargo (Dusan) Dráskovic decidió volver a poner a Ramírez; sus razones tendría.
¿Tienes resentimiento con Dráskovic?
No, malestar de pronto en ese momento, pero en el fútbol estamos propensos a eso; los gustos de los DT van direccionados según su forma de ver y pensar, pero no para que marque mi vida. No quedó mala la relación.
¿Se puede decir que en tu segunda etapa con los “chullas” conformaste la mejor plantilla?
Totalmente, porque creo que fue un equipo, el del 1997, que mereció ser campeón y no se nos dio. Ganamos (2-0) a Aucas y esperábamos que El Nacional ganara a Barcelona, pero sucedió algo increíble: los “criollos” perdieron 2-3 tras ir ganado 2-0 y se nos fue la posibilidad de lograr el título porque en Guayaquil Barcelona tenía que hacernos 5 goles y no lo iba a lograr.
¿Pasaron cosas raras en esa definición del título de 1997?
Sí, pero quedará en la consciencia de los jugadores; hemos topado muchas veces este tema con gente de fútbol, sin embargo a mí no me consta. Lo del (Fabián) “Búfalo” Arias sí fue lamentable porque se hace sacar segunda tarjeta amarilla tontamente ante Aucas y ya no jugó en Guayaquil. Luego de perder el partido todos estábamos destrozados en el camerino y él buscaba al presidente de Barcelona. No faltó uno que tuvo ganas de meterle un puñete.
Luego de colgar los guantes en 2001, ¿cómo te preparaste para formar arqueros?
Tuve la posibilidad de hacer unos cursos aquí en el país y unas pasantías en el exterior. Además trabajé en Deportivo Quito, Deportivo Azogues y en Macará, donde entrené a a muchos experimentados, como José Francisco Cevallos, Giovanny Ibarra y Marcelo Elizaga.
Cevallos le llamó tras conseguir el título de la Libertadores en 2008. ¿Cuál fue su reacción?
De susto primero, porque el teléfono sonó a eso de la una de la mañana y pensé que había ocurrido alguna desgracia familiar; luego levanté el teléfono y era el Pancho, con quien hablamos sobre lo que habíamos pasado en Azogues. Eso fue increíble.
Me dio escalofrío en el cuerpo al hablar con un campeón de la Libertadores, recordando lo que entrenábamos en Azogues a veces sin cancha o en el potrero.
¿Cómo nació la idea del negocio de confeccionar indumentaria deportiva?
Fue en Manta. Cuando jugué en 1993 en el Green Cross me hice amigo de Galo Arteaga, la persona que confeccionaba los uniformes del equipo, y terminaba de entrenar e iba donde él para pedirle que me hiciera los buzos como yo quería. Entonces en esos días me sugirió que pusiera un local de ropa deportiva en Quito y de ahí nació Caren’s, a partir de 1996.
¿Qué significado le das a la familia, dentro de una profesión como el fútbol?
Uh, fundamental, creo que el respaldo de la familia para cualquier actividad es importante.
Mucho más en el fútbol porque es una profesión en la que uno no pasa mucho tiempo en casa, no disfruta de los fines de semana y recibir el respaldo de la esposa y los hijos es importantísimo.
¿Cómo está conformada tu familia?
Por mi esposa, que se llama Carolina Varela, y tengo tres hijos: María Belén, Carlos y Estefanía. Con ellos manejamos el negocio y lo hemos sacado adelante.
¿Qué consejos les darías a los arqueros jóvenes?
Considero que para todo deportista el cuidado personal es fundamental; para todo hay momentos, pero si toman la decisión de ser futbolistas y, principalmente, arqueros, creo que deben sacar la mayor cantidad de provecho a los entrenamientos.
Adquirir conocimientos en la etapa de formación y cuando tengan la posibilidad de ser parte de un equipo profesional, entregarse al máximo. (I)