Cambió las redes del mar por la vida futbolera “militar”
Las redes y el anzuelo eran sus compañeros inseparables en la tarea de pescar que cumplía con mucho esmero en su natal Muisne (Esmeraldas). Los mariscos lo atraían por completo. Quería ser negociante a gran escala de los productos de mar y en esa labor se encontraba en el 2002 cuando visitó Quito.
En esa travesía por la capital, Javier Chila aceptó la sugerencia de sus amigos y probó suerte en filas “militares”. Nunca antes había peloteado, ni a nivel amateur. “El fútbol era algo que ni remotamente entraba en mis planes, no me gustaba. Por eso nunca ingresé en ningún equipo”, reconoce el zaguero central que el próximo 14 de julio cumplirá 27 años.
Pese a eso, los entrenadores de las categorías formativas encontraron en él condiciones para desempeñarse como futbolista y decidieron incorporarlo a la Sub 20. “No entendía con precisión lo que me explicaban, pero pensé que quedarme en Quito sería una buena alternativa para mejorar mi presente y futuro”.
El profesor Fernando Baldeón, ex integrante de las divisiones menores “criollas” fue quien lo formó como defensa y volante de marca. Y desde ahí nació en Javier la obsesión de afinar su remate de larga distancia con el que lleva este año 3 goles.
“Al principio los entrenadores se enojaban porque mandaba las pelotas muy lejos y a veces se perdían, pero después comprendieron que esos disparos eran para mejorar mi puntería”. Tres años después (2005) ascendió al equipo de reservas. No había ocasión de llegar al primer plantel donde estaban como titulares Jorge Guagua y Giovanny Caicedo. “No tenía oportunidad en El Nacional y para no perderme decidieron prestarme a otros equipos”.
El DT Carlos Sevilla pidió su vinculación al Macará y después pasó al Deportivo Azogues, cuadro con el que ascendió a la serie “A”. Olmedo, Universidad Católica y Deportivo Cuenca fueron planteles que también defendió. Con los azuayos tuvo la oportunidad de jugar Copa Libertadores. Enfrentó a Boca Juniors de Argentina y al Deportivo Anzoátegui de Venezuela.
Precisamente de su participación ante el equipo “llanero” (2009) tiene un recuerdo ingrato. Ahí sufrió un choque que provocó una fractura en su cráneo. Fue intervenido quirúrgicamente y eso le obligó a separarse de la actividad durante 6 meses. “Me colocaron un platino en parte de mi rostro (pómulos) por eso aún guardo cierto recelo cuando voy a chocar”.
Tras ese amargo suceso retornó el año anterior a filas “criollas” y al fin pudo ganarse la titularidad, aunque reconoce que al principio sentía temor de cabecear. “Fueron instantes difíciles, sobre todo para entrar con total confianza a pelear la pelota, pero gracias a Dios pude recuperar la confianza absoluta”. En esa tarea fue fundamental la ayuda de su esposa Lucía Salazar, que con comprensión soportó ese largo trajinar por varias ciudades ecuatorianas.
De esa relación nació hace 4 meses Benjamín, el mayor regalo que el zaguero central ha recibido en toda su vida, ante quien desaparece toda la fortaleza que pueda exhibir en el gramado. El pequeño alteró por completo su rutina e incluso lo obligó a dejar la tranquilidad del sueño nocturno. “Al principio me costó levantarme, pero al verlo, todo cansancio desaparecía. Es indescriptible la maravilla de ser padre”.
Desde antes de la llegada de Benjamín, Chila ya tenía todo arreglado en su vivienda, en el valle de Tumbaco, para recibirlo. Posee una colección completa de play station en su última versión, aún sin estrenar.
Esperará con paciencia que su primogénito crezca para compartir esa afición. De momento sigue luchando para encontrar la técnica que le permita cambiar con éxito los pañales. “Esa sí es una tarea difícil. Lo he intentado de todas formas, pero siempre soy yo el que termina mojado”, añade entre risas.
Lo que sí domina y hasta mejor que el balón, es su sazón esmeraldeña. Prepara todas las derivaciones posibles de los mariscos, eso es lo que conserva de su afición por el mar y las redes.
Su plato preferido es el camarón frito. Con su compañero de posición, el seleccionado Fricson Erazo, tienen una apuesta marcada para descubrir al mejor cocinero “criollo” de la provincia verde.