Punto de vista
Algo se rompió
Es triste e incierto el momento que están viviendo los futbolistas ecuatorianos, si analizamos en profundidad, no solo lo ocurrido en los últimos días, sino también al revisar la seguidilla de irrespetos con los que tienen que lidiar por reclamar sus derechos. No debemos tildar a un sector como culpable y al otro victimizarlo porque si se ha llegado a este punto nefasto es por pura responsabilidad de ambos lados. La profesión de futbolista todavía no es valorada y respetada como tal en nuestro medio, situación que con los actuales acontecimientos se debe transformar en una meta que deben asimilar los actuales deportistas para modificar la errada opinión histórica de que son simples ‘peloteros’, denominación despectiva que los propios jugadores han permitido que suceda. La iniciativa del gremio careció de fortaleza porque el momento era inoportuno si analizamos que para ganar batallas en los escritorios es imprescindible contar con el tiempo prudente para cruzar ideas.
Es claro que los jugadores y su gremio necesitan marcar un precedente para que de una vez por todas se modifiquen viejos y equivocados manejos que han llevado indefectiblemente a muchos clubes a un abismo peligroso; pero debemos subrayar que no era la coyuntura adecuada. El asesoramiento para tomar este tipo de medidas debe consensuarse entre los damnificados y sus representantes gremiales, con cabeza fría y mucho análisis, para tener la solvencia de exponer a la opinión pública y autoridades de los distintos organismos las urgencias y necesidades con las que se trabaja a diario en un deporte que ya es parte fundamental de la cultura de nuestro pueblo. Lo único que se generó fue confrontar a los propios futbolistas, que finalmente se solidarizaron con sus colegas, pero sin desatender la obligación de tener que salir a jugar. Los propios perjudicados especularon con la situación y, en la mayoría de los casos, no sabían qué hacer, pero la hora pactada por la Federación los presionó y debieron hacer rodar el balón generando una sensación de batalla perdida, aspecto que personalmente no lo considero así, porque si la valentía invade a todos -pero de manera más unida- con certeza los pedidos llegarán a los oídos adecuados. El fútbol tiene la magia de borrar y volver a escribir sin remordimientos nuevas historias, tesitura que tomó mucha fuerza este último fin de semana, donde observamos que lo candente y atrapante que se pusieron las disputas por los diferentes objetivos ocultó y hasta hizo olvidar las miserias que viven muchos jugadores pocos días antes de finalizar un nuevo campeonato. El cosmos futbolero ecuatoriano debe hacer un mea culpa y preguntarse por qué nos podemos sentir orgullosos, felices y completos con la realidad de la selección nacional, y por otro lado no hacernos cargo y mirar de reojo una realidad que no afecta directamente a todos, pero sí es responsabilidad de la mayoría. Esa ironía debe ser el punto de partida para comenzar de una vez por todas a comprender que, si se siguen tapando baches y no se toman medidas acordes a la magnitud del sentimiento que produce el balompié en cada uno de nosotros, nos encontraremos con el futuro en un horizonte plagado de los mismos abusos que los artistas principales históricamente han tenido que soportar. (O)