Un balón, una pizarra portátil y el silbato son los acompañantes por estos días del entrenador español Miguel Ángel Ramírez, quien este miércoles tratará de llevar a Independiente del Valle a su segunda final internacional, tras la Libertadores de 2016.

Al iniciar su carrera como técnico, el español, de aspecto amable y una personalidad desinhibida y cordial, tuvo en mente triunfar en su país, sin embargo el fútbol lo llevó por caminos diferentes.

Los conocimientos que adquirió dando sus primeros pasos como asistente en la Unión Deportiva de su ciudad natal Las Palmas, con 20 años, lo llevaron, en 2012, a dejar su ciudad para ir a Vitoria donde fue ayudante del técnico en Deportivo Alavés.

Un año estuvo en la escuadra de primera división ibérica, sin embargo su formación y visión de desarrollar los talentos de jóvenes futbolistas coincidían con lo que buscaba la Aspire Academy de Catar, en la que trabajó seis temporadas.

“La experiencia en medio oriente fue un doctorado, por el perfil de jugadores, porque tuve que romperme la cabeza para que los chicos mejoraran, pero sobre todo las personas que me ayudaron. Creo que después de salir de Catar estoy a años luz del entrenador que era en Las Palmas”, sostuvo Ramírez.

Esa misma línea de formar nuevos valores, que maneja el elenco ecuatoriano, lo sedujo para aceptar el puesto de gerente de las formativas del cuadro del Valle en junio del año pasado y tras la salida de su compatriota Ismael Rescalvo (mayo 2019), hacerse cargo del primer plantel.

El grancanario es un convencido del talento del jugador ecuatoriano. “Los dueños de este club lo pensaron así desde el principio y creyeron en la gente, ese creo que es el secreto de este presente”, señaló ante los medios mientras dejaba sus impresiones del cotejo de mañana ante Corinthians de Brasil.

Cuando empezó a trabajar en el conjunto “rayado”, Ramírez, ahora ya sin cabello, según él producto de las experiencias vividas en el fútbol, se encontró con similares características de trabajo que en Catar, lo que facilitó que se entienda sus ideas en el complejo del club, ubicado en Sangolquí (oriente de Quito).

Los días del estratega, de 34 años, pasaban intercambiando conceptos con los entrenadores de las formativas del club y a veces conversando con Rescalvo, hasta que este salió y se hizo cargo del primer plantel. Lo primero que hizo es convencer a los jugadores de que podían lograr grandes cosas y se acercó a ellos, tanto que algunos lo consideran como papá.

“La relación con el técnico es fundamental. Para nosotros la confianza que nos brinda en la cancha nos ha servido para seguir mejorando nuestro juego y como personas”, dijo el capitán de la escuadra Fernando León.

Algo que fue compartido por Luis Segovia. “Desde que llegó supo ganarse la confianza de todos. Él conversa y da su tiempo para que nos podamos acercar y contarle nuestras cosas. Además está abierto a recibir sugerencias sobre el juego del equipo”. 

Ahora desde el banquillo tratará de mantener la ventaja conseguida en el partido de semifinales de la Copa Sudamericana, donde venció 2-0 al elenco brasileño.

Y de esta manera poner a Independiente en su segunda final internacional, tras la Libertadores de 2016. (I)