El cambio de nombre fue una de las características más relevantes de la transición URSS - Rusia. Así, cambiaron de nombre ciudades (Leningrado - San Petersburgo, Gorky - Nizhny), marcas (Rostic - KFC), entidades (KGB - Consejo Federal de Seguridad). Y el estadio principal de Moscú no escapó de esta ola. Dejó su nombre de Lenin para llamarse hoy estadio Luzhniki.

Sede de la inauguración y de la final de la Copa del Mundo 2018, el Luzhniki sufrió reformas que poco y nada han afectado su soviética enormidad. Para empezar, la estatua de Lenín en pose de discurso de masas sigue ahí en la puerta principal. El líder de la revolución de 1917 volvió a ser joven de nuevo -como dice la tradicional canción de la era roja- ahora en la Copa del Mundo. Pero a sus pies ya no llegan los patriotas para homenajearlo. Son multitudes venidas de todo el mundo que, antes de entrar al escenario, compran bebidas, cerveza, camisetas, juguetes en los kioskos de las marcas oficiales de FIFA. 

En la ficción, en el Luzhniki presidido por Gorbachov se escenificó la pelea Drago - Rocky, el final cinematográfico de la guerra fría. Ya en la realidad, este estadio tuvo su momento de esplendor en 1980, cuando fue sede de los Juegos Olímpicos boicoteados por occidente. Todavía hay nostalgia por la casi perfecta ceremonia de clausura, aquella en la que el oso Misha se despidió entre lágrimas volando, en forma de globo, al infinito.

Dos años después, en un partido de la Copa UEFA entre el Spartak y el Harleem de Holanda, una avalancha provocada por el choque entre quienes salían del estadio y los que querían entrar para ver el gol del triunfo en tiempo extra del equipo local provocó un número de muertos nunca esclarecido. La censura informativa de entonces apenas permitió que se cite el hecho, no las víctimas. Tras el colapso de la URSS, el parte oficial informó sobre 66 fallecidos. Hay quienes dicen que se queda corto.

Pero hoy nadie está para recuerdos tristes. Remozada, esta mole del deporte no resulta tan práctico ni amigable como el estadio Spartak, donde todo está cerca y a la mano. Por ejemplo, para acceder a los puestos de observación en la "preferencia" hay que subir 6 pisos y por gradas, tal como en el Atahualpa no hay ascensor para esa zona. O la sala de prensa que, al contrario de las otras sedes, no se encuentra en una sección especial separada de la estructura principal, sino que está dentro, en el cuarto piso. Las tribunas "generales" se miran enormes. Es un estadio que, incluso antes de su preparación para el Mundial, cumplía con los más complicados requisitos FIFA y fue sede de la final de la Champions 2008.

Quedan dos partidos en Luzhniki: la semifinal que enfrentará a los dueños de casa (si superan a Croacia) con ingleses o suecos y la finalísima. Ahí estará Lenin, con su abrigo en los hombros y la mano en el pecho, a punto de dirigirse a las olas que se acercan desde la estación Sportivnaya. Parecerá que octubre florece de nuevo, pero es julio y la única revolución posible en la Rusia de hoy es el fútbol.