Punto de vista
Duele más perder cuando el telón se está bajando
¡¡Qué lindo y que bien nos hace el fútbol!! Tiene la capacidad de ponernos frente a un instante de placeres inexplicables o de ahogarnos en un mar provocado por nuestras propias lágrimas en un abrir y cerrar de ojos. Hoy la complicidad nos une a todos porque desde el inicio del segundo tiempo cada pensamiento hacía fuerza para que Rueda haga ingresar a Michael Arroyo, reclamando frescura y opciones de gol.
La mesura en las críticas está relacionada hacia ese jugador pedido por la conciencia y gusto de todos, porque tuvo en sus pies el momento histórico y por los imponderables de este deporte no pudo descargar el grito atragantado de la mayoría que solo segundos después se transformó en desilusión absoluta.
La película tendría otros matices si el indicado jugador resolvía como normalmente lo hace, y hoy la frase que más retumbaría en las tertulias de amigos, buses o escuelas del país, sería “yo dije que debía ingresar Arroyo”, pero es mezquino recaer solo en ese análisis, ya que el partido tuvo 94 minutos donde la Selección comandada por Rueda no tuvo argumentos más sólidos que su adversario. El paneo general nos deja que se pudo hacer un mejor papel ante un rival discreto en calidad individual, donde sobresale más la disciplina táctica y que con un poco de descaro futbolístico hoy estaríamos disfrutando otro inicio mundialista.
Los defensas se olvidaron de los 2 elementos que no se pueden perder de vista: el hombre y el balón.Duele mucho perder cuando el telón se está bajando, pero debemos ser autocríticos, no olvidar el gol mal anulado a Suiza y también aceptar errores grupales que este juego no perdona en los minutos cumbres cuando juegan las automatizaciones que se aprenden en edad de formación y que resuelven futuras catástrofes futbolísticas. Hablo puntualmente del segundo gol de los suizos donde el repliegue defensivo desnudó un equipo que ocupó mal los espacios y le sumo que sus defensas se olvidaron de los 2 elementos que no se pueden perder nunca de vista en el fútbol, el hombre y el balón.
Hago un cambio de frente para referirme al estado de ánimo del pueblo, que en su mayoría se siente orgulloso de ver la bandera flamear en el único evento deportivo que nos une a todos al menos durante 90 minutos; subrayo esta reflexión para no perder ese lindo sentimiento de sentir que los jugadores encarnan esos colores con dignidad y valentía generando ilusiones indescriptibles en cada corazón ecuatoriano.
Debemos entender que esa es la magia del deporte rey, un juego de errores en el cual triunfar no significa solo ganar, si no también volverlo a intentar. Este equipo tiene revancha en pocos días y todo para tratar de revertir este momento y renovar las esperanzas de todo un pueblo que se siente identificado con su selección. Repito, ¡Qué lindo es el fútbol, y que bien nos hace!
