La pista es la pasión y el campo de batalla de Estefanía y Daniel
Al tomarla por el talle, ella suelta la cabeza hacia atrás, las miradas fijas entre ambos le agregan más sensualidad a la escena. Giros, cruces de piernas, medias vueltas, vueltas enteras... El baile deportivo es un idioma universal, un lenguaje que Estefanía Pérez y Daniel Camacho hablan sin balbuceos.
Mientras el salón se llena de música, los danzantes parecen aterrizarla con sus pies. Cada nota, cada ritmo, son traducidos con expresiones corporales. La pista es un océano donde no basta aprender a nadar, hay que saber sumergirse, respirar y deslizarse.
Estefanía y Daniel quieren ejecutar el “baile de sus vidas” cuando representen a Ecuador en los Juegos Mundiales Cali 2013, que se realizarán desde el 25 de julio hasta el 4 de agosto. (Ver infografía ampliada)
Apasionada
Durante los primeros años de su adolescencia no le gustaba el baile, pero todo cambió a raíz de que acompañó a una amiga a una clase de baile deportivo; el profesor la invitó a participar y desde entonces no para de instruirse en pasos y coreografías.
Carolina Estefanía se sorprende a sí misma cuando recuerda sus inicios, no imaginaba tener tanta destreza, es como una heroína que a los 14 años de edad descubrió sus súper poderes. Ahora, con 21 calendarios recorridos, su ambición por superarse no conoce límites.
Alegre de carácter, prefiere las rutinas que vayan con ese temperamento, la rumba es su género favorito. Esa mezcla de amor y movimiento encarnan su personalidad.
Daniel explica que las prácticas sin música les ayudan a corregir errores y perfeccionar las rutinasLas competencias comenzaron para Estefanía en 2008 en el marco del Festival Olímpico que se efectuó en Cuenca, donde el baile deportivo fue incluido como disciplina de exhibición. Algo que le agrada es la proclamación de resultados, sobre todo cuando junto a su pareja son declarados ganadores. “Nada raro para una persona acostumbrada a conseguir lo que se propone”, dice María Fernanda Utreras, íntima amiga de Estefanía, quien la califica como una chica carismática, apasionada por todo lo que le gusta.
Eso sí, también es muy celosa y a veces despistada, sobre todo al momento de organizar su tiempo. Sin embargo, nada opaca la seguridad que transmite, parece no temerle a nada. Es bastante osada, retos como el puentismo o actividades de velocidad no la intimidan.
Descomplicada, es de aquellas que buscan solucionar los problemas en lugar de enredarse en ellos. Se derrite por las pastas, los mariscos y le hace feliz recibir joyas, ropa o las invitaciones al cine para ver películas de terror.
Bailarín por vocación
Sandra Abril, madre de Daniel Camacho, nunca olvida cuando en 1992 su hijo, con apenas dos años de edad, se paraba en medio de la sala y les decía a los presentes que lo sigan mientras él baila. Fue, sin duda, el preludio de su vocación.
No obstante, la carrera de Daniel comenzó hace 10 años. Bailar era una de las tantas atracciones artísticas que tenía, pero no se atrevía a desarrollar. Fue necesario el empujón anímico de la progenitora, quien veía en él un nido de talento. Al son de un chachachá dio sus primeros pasos.
Esta disciplina consta de dos modalidades: estándar y latin, cada uno con cinco géneros musicales distintosEn la actualidad, con 22 años, el joven es un consumado artista que reproduce con los pies las partituras de cualquier composición musical, aunque su fascinación son las piezas de samba. Compañera desde prekínder, María José Ortega comparte con él la misma afinidad. Lo describe como un joven tan entregado a su afición, que a veces rebasa el perfeccionismo para encasillarse en la obsesión.
El amor por el baile deportivo es un sentimiento de familia, al punto de que su mamá, Sandra, compró la academia Cinnamon con la finalidad de que sus hijos Cristian (23 años) y Daniel lo practiquen.
Referente a los logros, Daniel resalta los dos campeonatos latinoamericanos de 2012 y 2013 que alcanzó con Estefanía Pérez. La meta en los Juegos Mundiales es, por lo menos, acceder a segunda ronda.
Una situación que deplora y reclama es la falta de colaboración de las universidades en las que estudian. Él cursa el octavo semestre de publicidad en la Universidad Internacional, paga su pensión a través de dar clases de baile a otros estudiantes; no tiene beca.
Estefanía sigue diseño gráfico industrial en la Universidad de las Américas (UDLA), tampoco está becada y tiene dificultades con las faltas cuando sale a competir. Pero los problemas no los amilanan; sin entrenador, sin ayuda económica... nada detendrá sus voluntades.