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El Telégrafo
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“El Festival de Loja es el depositario de las relaciones entre lo independiente y estatal”

Roberto Sánchez. Director artístico del III Festival Internacional de las Artes Vivas de Loja
Roberto Sánchez. Director artístico del III Festival Internacional de las Artes Vivas de Loja
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Con más de dos décadas en las artes escénicas, el dramaturgo y actor quiteño Roberto Sánchez hizo que el certamen artístico que mayor apoyo financiero ha recibido del Estado ecuatoriano se enfocara en temas como la violencia, migración y fronteras.

Hubo talleres y rondas de negocios durante la tercera edición del FIAVL, pero el sector escénico continúa siendo crítico del evento que ha generado una ley para su gestión.

Sánchez volvería a ser director del festival este año -según decisión del Ministerio de Cultura y Patrimonio (MCyP)- y señala que los procesos iniciados en Loja están en pleno desarrollo.

El año pasado, los colectivos Malayerba, La Trinchera y Muégano montaron la obra Sangurimas, por sugerencia de Arístides Vargas, un dramaturgo que se integró al evento luego de conversar con su director.

Algunos artistas coinciden en que hay un divorcio entre la empresa organizadora del FIAVL y los actores. ¿Cómo fue su relación con la productora?
Esa relación se maneja a través del MCyP, que es con el que se puede negociar. Es la entidad que, finalmente, pide cuentas de la logística, de esas cosas.

En cualquier evento hay vicisitudes, pero desde la dirección se trabajó para dar un carácter diferente al festival. He centrado mi trabajo en el armado del discurso y lenguaje, en ese sentido tuve el apoyo irrestricto del ministerio y sus autoridades. Se trataba de que el festival esté al servicio de la gente y de los artistas para que genere procesos en la ciudadanía y los sectores involucrados en el hecho escénico.

Si la productora cumplió o no es un hecho que debe partir de la experiencia vivida con los grupos, hay quienes están muy contentos con lo que se hizo y otros que no. Pero es perfectible, el FIAVL puede arreglarse en el camino porque todavía es un festival joven.

¿No hubo trabas para los artistas desde la parte administrativa?
Para nada. La relación fue fluida; por supuesto que hay dificultades, pero se fueron resolviendo. Desde el principio planteamos una arquitectura que buscaba ampliar el impacto e incidencia del festival como plataforma disparadora, no como espacio de consagración, no como evento que favorezca lo espectacular o solo el entretenimiento, sino como una plataforma de política pública de las artes escénicas que crezca y genere desarrollo social, algo que tiene que hacerse porque se trata de fondos públicos.

¿De qué forma se acercó a Mayalerba, un colectivo que hasta 2017 no había participado en el certamen?
Todo el sector escénico, no solo ellos, fue crítico de la instauración del festival desde una lógica estatal. Pese a esa decisión colectiva, muchos otros grupos independientes participamos desde la primera edición. En Teatro Ojo de Agua -el colectivo que dirige- lo vimos siempre como una oportunidad, pero que se podía hacer de maneras distintas.

Una de mis prioridades fue acercarme a ellos, no a nivel político o clientelar con ofrecimientos, sino decirle a todo el sector que se está trabajando para generar procesos. Que el dinero invertido -no sé si mucho o poco- depende de lo que queramos generar.

Conversé con Arístides Vargas -de Malayerba- para plantearle la idea de que la obra de gran formato, Sangurimas, la lleve adelante él, por su trayectoria y el peso innegable de su trabajo. Entonces, contrapropuso la idea de un espacio de intercambio, no una compañía nacional de teatro cerrada, burocrática o establecida sino de encuentro móvil, latente y que ojalá se mantenga este año incluso con otras compañías.

¿Por qué se eligió Sangurimas para el gran formato?
Para pensar en la constitución de lo ecuatoriano desde la literatura de José de la Cuadra, algo que habíamos deseado por mucho tiempo, y que es un documento antipatriarcal maravilloso. Se cuestiona desde la leyenda que nos construimos como una sociedad violenta, asesina con nosotros mismos, contra las mujeres, y eso ha sido tapado desde distintos mitos.

Pero no fue la obra inaugural ni de clausura...
Que lo sea estaba en el planteamiento original, que como producción se extienda incluso a otras ciudades. Sería lo ideal, por lo costoso que resulta, que genere convenios con otros municipios, pero dentro del contrato firmado resultó difícil hacerlo de esa manera.

Además, tomamos en cuenta que es necesario que el público vaya a Loja, donde se dinamiza la economía y las relaciones sociales a partir del festival. Se dieron coincidencias logísticas y estructurales por las que no fue la obra de apertura, pero la decisión del MCyP es mover esas producciones, que no se queden solo en una programación.

¿Eso se podía solucionar con otra forma de invertir el presupuesto, de $ 2’600.000 solo para 2018?
Es que el festival tiene productos específicos; como es dinero estatal, todo está controlado y no se puede improvisar. Entiendo que no hay forma de salirse de lo destinado a la producción y presentación de las obras.

La idea es que, con el “Camino a Loja”, que ya está en la ley, estas producciones sean parte de encuentros regionales a escala nacional y fortalezcan los espacios en provincias. Me preocupa que se diga que privilegiamos lo espectacular, obras miméticas, referenciales, cuando lo que privilegiamos fueron los lenguajes experimentales y fronterizos.

Como seguiría en el festival, ¿qué ha considerado en cuanto a su presupuesto; entrará en esa decisión del MCyP?
No me he metido en el tema de los presupuestos porque quiero mantener mi trabajo en el rango de lo artístico, de cómo podemos estar al servicio de un proceso, de una plataforma de fortalecimiento. No sé cuánto designarán para este año, pero sí que el ministerio está tomando en cuenta las recomendaciones de la Contraloría, sobre los estudios y evaluaciones. Hay que tomar en cuenta que las reglas del juego cambian con la ley y el reglamento que vaya a haber.

¿Ve la ley como un avance?
Todo lo que se haga para fortalecer el festival de Loja, siempre que esté de acuerdo a las realidades nacionales, está bien. El impacto que tiene es fuerte, incluso en la región.

Hay que debatir y conversar en el sector independiente, que necesita reunir sus propuestas. Hay incluso otras herramientas, como la convocatoria para festivales emblemáticos y donde más se ha invertido en cultura es en las artes escénicas, esto según mediciones que he revisado del MCyP.

Siento que el Festival de Loja es el depositario de las relaciones históricas entre lo independiente y estatal. Nos falta crecer como país, por supuesto, pero hay que hacer esa estructura cultural, y para eso hay que vincular a lo independiente y fortalecerlo. 

Datos
Sangurimas
Esta obra de gran formato marcó el acercamiento entre el Festival Internacional de Artes Vivas de Loja con el grupo Malayerba, que desde la primera edición fue crítico con la realización del encuentro y había declinado las invitaciones a participar.

2,6 millones de dólares se destinaron a la tercera edición del Festival de Artes Vivas de Loja.

El festival es ley
En diciembre, la Asamblea aprobó la ley que institucionaliza el FIAVL y su programa de promoción, “Camino a Loja”, y estableció que los recursos consten en el presupuesto del Ministerio de Cultura. (I)

Lea la entrevista completa en la edición de Cartón Piedra, el viernes 8 de febrero de 2019

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