“Detrás de un niño de la calle hay una historia fuerte”
La iluminación crea un ambiente lúgubre en la escena, mientras se deja escuchar la música del argentino Gustavo Santaolalla. Una mujer aparece encima de una caja de 50 centímetros cúbicos, un espacio que representa un poco la cárcel que es el lugar donde se desarrolla, durante 50 minutos, la historia de la obra Mujer de piedra.
Noemí Laines, la actriz, conjuga las técnicas del teatro gestual, el estatismo y la narración oral, en un unipersonal donde la intención es que el espectador imagine que está pasando las páginas de un álbum de fotografías, para conocer la historia de Luz María Guanoquiza, un personaje real que por añadidura es su propia abuela.
La trama de Mujer de piedra es una creación del grupo Ukumbi Teatro, que concibe sus obras a partir del estudio de diferentes problemas sociales, en este caso la migración campesina a la ciudad.
Luz María está esperando a que le hagan el juicio, pues está acusada de intento de homicidio al propinar un golpe a un policía municipal que le quería quitar sus cosas. La obra se puede ver comprando la entrada, por el precio de $ 5, en www.buenplan.com.ec
¿Crees que el teatro ecuatoriano ha hecho justicia al tema de la migración campesina a la ciudad?
En los últimos años no. En los años 80 y 90 sí, pero a partir del 2000 es como que nos olvidamos del campo, como si el problema se hubiera solucionado y más bien hay cosas que están entre telones.
¿Es tu abuela quien se enfrenta a la explotación laboral infantil?
Sí, en 1945 mi abuela fue enviada por su madre con una persona a San Roque, que en esa época era centro del comercio de Quito, con un “convenio” por el que iba a trabajar en la casa como empleada doméstica, a cambio de que podía ir a la escuela en la sesión vespertina. Pero se encuentra con la explotación laboral infantil.
¿Qué otras problemáticas aborda la obra?
La obra tiende a ser la vida de una sola persona, pero en realidad es la recopilación de seis relatos. Por ejemplo, está el de una mujer que pierde la tierra por una ordenanza municipal que hicieron para construir el nuevo aeropuerto internacional de Quito.
La otra es una señora que sale maltratada de su casa y ve la ciudad como la mejor forma para vivir, donde nadie la conoce y no se sepa su paradero. Mi cuestionamiento es hacia el por qué la gente llega a hacer comercio informal en Quito.
¿Por qué estás tan enfocada en los problemas sociales?
Yo vivo en una zona urbano-marginal muy cerca del campo, Santa Ana Alta de Cotocollao, tengo vivencias de mi cotidianidad con las personas que son del campo y hacemos allí proyectos culturales como Sembrando en comunidad, donde hemos alcanzado un acuerdo con dueños de tierras para trabajar en la independencia alimentaria de los artistas, proyectos muy asociados a lo comunitario.
¿Cómo ha sido tu carrera en el teatro?
Estudié actuación desde 2002 y me gradué en 2005 en la Escuela de Teatro de la Universidad Central del Ecuador. Comencé a trabajar en un elenco profesional, que fue La Matraca-Teatro Popular, desde que comencé los estudios y fui a algunos lugares del país con varios repertorios. También estuve en Molinos de viento.
Con Ukumbi Teatro estoy desde 2013, un grupo de mujeres formado por dos actrices, una artista plástica y una comunicadora social. Empezamos a hacer una investigación en lugares como El Chota, La Hacienda -en Cayambe- y trabajábamos haciendo teatro.
Una vez que comenzamos a conocer las problemáticas de esos lugares fuimos creando las obras, así nace el proyecto Volar, sobre la discriminación de género en los niños desde la familia; Cuentos de la diáspora, que habla sobre la dispersión de los afro y su llegada a nuestro país en tiempos de la esclavitud; y Mujer de piedra, sobre la migración del campo a la ciudad.
Ukumbi Teatro es, de momento, un grupo familiar integrado por Carlos Quito, como director, junto a quien trabajo hace 18 años en el arte; mi hija Daba que es mi diseñadora de luces, mi acompañante desde siempre y sin estudiar aún arte su aporte es muy importante para el montaje. Mi actual pareja, Frank Simbaña, que es un artista plástico, se ocupa de la escenografía.
¿Sigue siendo la explotación laboral infantil un problema tan grave como lo era antes?
Claro que sí, en estos últimos momentos de la pandemia recorrimos lugares como Nono y encuentras que todavía la gente ofrece a sus hijos para que, por favor, se los lleven a estudiar.
Muchas veces vemos a los niños vendiendo en las calles y nos molestamos, pero pocos se ponen a pensar qué hay detrás de esa persona que vende frutas en la esquina. Por eso queremos despertar la sensibilidad ante ese hecho, pues detrás hay una historia muy fuerte. (I)