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El Telégrafo
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Los fantasmas narran la historia del Hospital Militar

Los fantasmas narran la historia del Hospital Militar
20 de julio de 2013 - 00:00

Varios medios de comunicación fueron citados el lunes pasado en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, que está empotrado en la pendiente de San Juan, para seguir un recorrido guiado, llamado Ecos de un edificio, que debía empezar a las 19:00.

Poco antes de esa hora, estudiantes bajaban por las calles Montevideo y Luis Dávila, orilla en que inicia el casco colonial. La vista desde el parqueadero del CAC presenta una ciudad que titila en medio de una corona de montañas.

Unas cadenas atadas en la puerta de cristal impedían ingresar al edificio que estaba en penumbras. Se debía estar en la lista de invitados para ingresar. Pasaron cinco minutos, diez minutos, y, en tanto el reloj marcó las 20:00, arreció un vientecillo helado que se filtró por todos los ángulos de la construcción.

En el vestíbulo, durante la espera para que el itinerario inicie, el vigilante compartió una combinación de anécdotas que despiertan el misterio: “Una madrugada cierto guardia fue a la batería sanitaria ubicada en el extremo del patio; él se contemplaba frente al espejo y un ruido de papeles que cayeron al suelo lo sobresaltó; dio un paso para salir de allí, pero bajo el umbral vio a un niñito, un fantasma”. Esta narración confería un halo tenebroso. Luego, un cucurucho alto con un candil se acercó con pasos lentos hacia los periodistas.

Con un ademán de sus manos, el cucurucho de negro llamó a los participantes para relatar la historia de este lugar: “Bajo la orden de Eloy Alfaro fue construido a inicios del siglo XX, primero por Francisco Schmidt y luego por el arquitecto italiano Lorenzo Durini, constructores de algunas de las mejores edificaciones de Quito”. La edificación es una muestra del estilo neoclásico, prevalente hace 100 años.

Otros personajes que participan en el recorrido son monjas, una de ellas juega la ouija. Foto: marco Salgado |  El Telégrafo

Diez pabellones de dos pisos se distribuyen simétricamente en abanico, a partir de un cuerpo principal curvo. A veces, el cucurucho encargaba el candil a los visitantes y los condujo hacia un patio interior. Tras una columna apareció un hombre desmelenado, quien a gritos corrió hacia la oscuridad de un vestíbulo. “En 1900, aquí funcionó el Sanatorio Vicente Rocafuerte para enfermos de tuberculosis; la gente, tras morir, nunca desalojó el hospital”. Rió ruidosamente.

En el curso de 1932, el recién elegido presidente de nacionalidad peruano, Neftalí Bonifaz, fue descalificado por el Congreso. Soldados y obreros quiteños, a favor de Bonifaz, se sublevaron contra el Gobierno. “Empezó así la Guerra de los Cuatro Días, el 28 de agosto. Y uno de los edificios más afectados por la artillería fue el Hospital Militar,” indicó el cucurucho con su intenso vozarrón.

Mientras que, el cucurucho contaba más detalles históricos: “En 2008 se restauró la estructura para dar lugar al actual Centro de Arte Contemporáneo”, inesperadamente, seres con atuendos blancos y oscuros transitan  el sitio.

En 2008 se restauró la estructura del hospital para dar lugar al Centro de Arte ContemporáneoEl guía conduce a los presentes a la morgue, donde yacen cadáveres tapados con sábanas y que ocupan las camillas. Luego, dos monjas con velas en las manos y rezando los  dirigen por las escalinatas al segundo piso. Ahí funcionaba una capilla.

Gritos y sonidos tétricos conforman el ambiente. Después se llega  a la sala de experimentos de la mano de una enfermera. Del silencio de la sala brinca un doctor de ojos grandes y explica las operaciones que allí se realizaban, hay instrumentos quirúrgicos sobre las mesas.

A continuación, se debía atravesar un viaducto que daba hacia la oscuridad de una amplia habitación que cruzan espíritus tanteando a los intrusos.

Antes del final, el cucurucho “historiador” explica que en una época indigentes se tomaron el patio del antiguo Hospital Militar. En el patio, apareció un enfermero, quien alertó sobre los riesgos de estar a esa hora en la enigmática edificación y culminó el “tour del espanto”.

Con los rostros pálidos el cucurucho, las monjas, el doctor y el enfermero reiteran: “Este es nuestro hogar”. Ellos son fantasmas que revelan los secretos de uno de los sitios más “espeluznantes” de Quito.

Esta iniciativa provino de José Arce quien, junto con otros mediadores, representa a los aterradores guías de esa ruta nocturna por los espacios del Centro de Arte Contemporáneo.

Los recorridos son teatralizados, se realiza uno por mes, a partir de 2012 y las tramas cambian constantemente. Quienes deseen participar deben solicitar reservaciones llamando al 3988800 ext. 1001. El participante recibe dos boletos para él y un acompañante.

Los participantes deben tener 16 años como mínimo y las rutas se hacen para grupos de 12 integrantes. Se recomienda abstenerse de la ruta a personas con problemas cardiacos o sensibles a emociones fuertes.

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