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Ecuador, 27 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Entrevista / juan carlos vergara / director de la academia colombiana de la lengua

'Leer a nuestros autores es defender el idioma'

'Leer a nuestros autores es defender el idioma'
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El colombiano Juan Carlos Vergara es uno de los académicos que participaron, durante una década, en la elaboración de la Nueva gramática de la lengua española, cuyo proceso concluyó en 2009. Los códigos gramaticales que un hablante de español aprende rigen desde 1931 y con este libro la gramática del idioma que habla la mayor parte de la población de América pasó de 900 a 4.000 páginas.

Vergara sabe que la actualización de la enseñanza de gramática en docentes que aprendieron con otra metodología es compleja, pero le da un plazo de 10 años para que entre en la práctica. “La lengua cobra (un costo) cuando es dejada de lado, lo hace incomunicando a la gente; entonces, cuando dices que hablas con alguien y no entiendes nada, está usando mal la gramática, la lengua (...) En este proceso apelamos a la gente joven que valore que la nueva gramática explica mejor su idioma, su realidad y, por lo tanto, le hace la vida más fácil. ”.

¿Cómo se defiende la complejidad del idioma en un tiempo en el que el usuario usa menos de dos mil palabras para comunicarse?

Yo diría que se defiende al hablante de castellano, aportándole herramientas para que pueda hacer el máximo uso de su idioma. Un académico derivado de su conocimiento del idioma debe ayudar a los hablantes a hacer el mejor uso de los recursos que tiene. Quien utiliza pobremente el castellano, generalmente es una persona que tiene un vocabulario restringido, usa siempre las mismas fórmulas de redacción y se le hace difícil expandir su mente para explicar todo lo que tiene por dentro. Es como si estuviera bloqueada para poder expresar la realidad que lleva dentro. Para enseñar una lengua hay que entender las necesidades del usuario y muchas veces los docentes no se ponen a pensar en eso. Parto de que una persona siempre tiene una gran riqueza mental y emocional, y siente el deseo de transmitírsela a los demás. ¿Cuál es el mecanismo para que eso sea más normal y democrático? El idioma.

El otro aspecto es el aprendizaje de una segunda lengua; yo no estoy en contra de ello, pero cuando la enseñanza del inglés está en manos de profesores incompetentes, que no saben para qué se enseña una segunda lengua, el daño no es solo para el español, sino para el inglés. Si el profesor que dicta ese idioma no tiene una buena pronunciación, una buena gramática, no ha leído literatura inglesa, no tiene la formación para hacer este trabajo, pues va a educar mal en gramática, en fonética. Abogar por la buena enseñanza de una segunda lengua también es defender la española, porque es reconocer que el tiempo de los niños y jóvenes no es ilimitado.

¿En qué sentido?

A los niños a veces les meten una serie de asignaturas inútiles que les desaniman. En primer lugar, porque ellos no son tontos y se dan cuenta de que eso no es útil. Además estamos contaminando el español y el inglés, cuando ese niño tiene que consolidar su lengua materna. La otra forma de defender el idioma es enseñando la lengua con literatura.

¿Cuál es esa literatura con la que se puede defender la enseñanza?

Creo que en Hispanoamérica tenemos una cantidad de escritores de primera calidad y es una pena que no nos conozcamos. Si Colombia se dedica a estudiar solo a García Márquez y desconocemos a Jorge Icaza, a Borges, o a Octavio Paz, estamos perdidos. Todos nos pertenecen. Esta propuesta de defensa de la lengua se basa en que un hablante del idioma culto debe conocer los escritores de toda el habla hispana que son importantes.

¿Cómo formar a los profesores para la enseñanza de la literatura en la regional?

No los estamos formando. Les damos la literatura de nuestro país y, a veces, de otros lugares. Hay profesores que saben más de Shakespeare o Molière que de nuestros escritores; pero además de ellos tenemos que comprender el tesoro que hay en la lengua española. Ese tesoro debe ser conocido por todos los estudiantes y profesores porque, a partir de ellos, se genera una identidad.

Debemos dejar de pensar que la formación de un profesional es para ganarse la vida. Tener un título es para ser un profesional. A veces, al pensar que es para ganarse la vida lo reducimos a ser un técnico y eso nos hace mucho daño. Pensamos que está bien que un ingeniero aprenda matemáticas, que aprenda manejo de riesgo, pero cuestionamos que sepa de literatura, leer un poema, comprender una sinfonía.

¿Por qué sí debe hacerlo?

Porque es un profesional. Creo que la literatura debe cumplir su papel de formar al profesional como una persona que no solo habla de circuitos cuando es un ingeniero electrónico. Debe poder recitar un poema, hablar del último libro que leyó, valorar una escultura, un cuadro, porque eso es lo que nos hace humanos. Cuando una persona además de su profesión conoce del arte, su capacidad de comprensión de la vida es extraordinaria. (I)

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