Joaquín Sabina no olvida que conoció a Fito Páez, en Quito (Video)
En el lobby del hotel J.W. Marriot, en Quito, hay un trajín inusual. Un grupo de técnicos en sonido e iluminación planifican el montaje de un concierto, de un evento que tiene un cúmulo de afectos detrás. Son las personas que acompañan al cantautor español Joaquín Sabina en su gira 500 noches para una crisis, una muestra de cariño por América Latina que lo ha traído del vuelta al país.
Al mediodía de hoy, Sabina les ofreció una cerveza a los medios con quienes conversó, en la salón Sangay / Cayambe del hotel que lo hospeda. "En los últimos años no he grabado canciones nuevas pero hay un baúl lleno de papeles, de todos los viajes", afirmó el artista, "ahora esperamos descansar un par de meses y, luego, juntarnos, con los músicos (para componer) en cualquier lugar raro, donde podamos ir a los bares bohemios, sin que nos conozca nadie, a escribir nuevas canciones".
El protocolo es algo que Sabina trastoca en cada una de sus alocuciones. Cuando le preguntaron lo que ofrece para el concierto del viernes, en el Coliseo General Rumiñahui, dijo: "¿prometer?, prometemos poca cosa; intentaremos tocarles el corazón si fuera posible".
Las calles de Quito han dejado una huella en la carrera musical del autor de temas como ¿Quién me ha robado el mes de abril?, en su venida al festival Todas las voces todas -recordó mencionando al fallecido pintor quiteño Oswaldo Guayasamín- se encontró con alguien que determinaría una de sus obras, allí fue la primera vez que habló con el músico argentino Fito Páez y "fueron unas noches de grandes borracheras y grandes risas. En una semana, estuve enamorado de esa cosas que tienes aquí, esos callejoncitos de la parte vieja de Quito (el Centro Histórico) donde una vez me crucé con una procesión de las ancestrales que veía en mi pueblo (Úbeda, Anadalucía, España) cuando era niño, algo que mantengo en la retina, como a las chicas, muy guapas", señaló con un halo de nostalgia pese a que, según narró, prefiere la memoria a este sentimiento. "Yo quiero vivir hoy y mañana, no hace 40 años. Pero, cuando me dejan, cuando puedo, toco en sitios pequeños, allí se produce una liturgia, una ceremonia que no se da cuando se producen estos embotellamientos", concluyó.
Las bromas no faltaron en el conversatorio. Cuando le preguntaron sobre lo que quisiera hacer ahora que no haya hecho en su "larga trayectoria" respondió risueño que "al adjetivo larga lo preferiría para otra cosa" y estalló en una carcajada cómplice, bajo su sobrero de paja toquilla antes de subir a su recámara, donde quizá pensará en el que dijo será su proyecto futuro: "pintar al óleo por que me he hecho esos rinconcitos en la gira para dibujar con rotuladores (esferográficos) algunos lugares de Madrid" (I)