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El Telégrafo
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Hollywood devino en un agente de influencia del Ejército de EE.UU.

Hollywood devino en un agente de influencia del Ejército de EE.UU.
22 de enero de 2013 - 00:00

La polémica sobre la ayuda aportada por la administración Obama al filme “Zero dark thirty” (La noche más oscura) tiene sus raíces en la larga historia de vínculos entre el Pentágono y Hollywood, sospechoso de jugar como agentes de influencia del Ejército de Estados Unidos.

El Ministerio de Defensa ha sido acusado por los republicanos de haber confiado algunos secretos de Estado a Kathryn Bigelow, directora del filme que trata sobre la caza de Osama bin Laden, para promover el principal logro del presidente Barack Obama en la lucha contra Al Qaeda.

Sin embargo, a excepción de una reunión de 45 minutos entre la directora, su guionista y el jefe de operaciones especiales del Pentágono, Michael Vickers, para una “presentación general” del filme, no contó con la colaboración del Pentágono, aseguró Phil Strub, responsable de la oficina del departamento de Defensa, que se encarga de las relaciones con la industria cinematográfica, a diferencia de muchas otras películas y series de televisión producidas año a año.

Strub explicó que cuando un productor recurre al Pentágono para conseguir apoyo para una película, se le pide que envíe el guión y “lo que espera” del Ministerio. A menudo se trata de apoyo técnico para aportar realismo a un personaje o a una escena, o para que el Pentágono facilite el acceso a instalaciones militares o proporcione tanques, aviones o barcos necesarios para la película.

Esta ayuda “técnica” no es gratuita. El material es “alquilado” y el Pentágono exige el derecho a controlar el guión. “Queremos que los actores que encarnan militares se comporten como nosotros, queremos que los militares se comporten”, justificó Vince Ogilvie, adjunto de Strub.
Sargento sádico

No hay duda de que el Pentágono colaboró en una película que muestra a un sargento sádico como en “Full metal jacket” (Nacido para matar) o a un soldado impulsivo e individualista como en “The hurt locker” (Vivir al límite), película por la cual Kathryn Bigelow ganó cuatro años atrás un Oscar.

Este derecho de control alimenta las acusaciones de censura, o al menos de influencia indebida sobre las producciones, lanzadas especialmente por el autor David Robb en su obra “Operation Hollywood”.

“Nos convierten en prostitutas porque quieren que adoptemos su punto de vista. La mayoría de películas sobre el Ejército son publicidades de reclutamiento”, dice en este libro el director Oliver Stone, a quien el Pentágono le negó ayuda para sus películas “Platoon” y “Born on the fourth of july” (Nacido el 4 de julio), sobre la Guerra de Vietnam.

El productor Jerry Bruckheimer sí se ha beneficiado del Pentágono para películas como “Pearl Harbor”, “Black Hawk Down” (La caída del Halcón Negro) o “Top Gun”.
Para él, “todo se trata de negociación”. “Si los pedidos del Pentágono afectan la integridad de la película, entonces no lo hacemos (recurrir a la ayuda). Y si los militares piensan que afectará a su imagen, entonces no cooperan”, explica, afirmando que hay un margen entre ambas situaciones, por ejemplo cuando el gobierno pide que se retire del guión el lenguaje grosero en boca de los militares.

Phil Strub afronta las críticas con serenidad: “No voy a decir que no intentamos retratar a los militares de la manera que creemos que son en la realidad”, sostiene, aunque niega todo poder que recaiga sobre los productores de Hollywood.

En cuanto a la sorprendente decisión de colaborar en películas de superhéroes o extraterrestres, Strub piensa que refleja la evolución del cine: “Tomamos lo que viene. Películas como ‘Transformers’ o ‘Spiderman’ llegan a un público amplio y joven”, que es el objetivo principal del Pentágono.

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