Dyer, la persistencia del autor que siempre viaja
El escritor de viajes Geoff Dyer (Gloucestershire, Inglaterra, 1958) ha dicho que el Death Valley californiano le parece uno de los lugares más fantásticos del mundo. Lo asombra la intensidad de la luz, sus contrastes, el que un caminante pueda sentirse parte del paisaje.
Pero el autor británico llega a Quito en una semana de clima temperamental. “La lluvia desganada oscurecía y ensuciaba Broadway”, escribió en uno de los ocho relatos de Perro Hermoso (Random House, 2016) y quizá piensa eso de la capital el día en que visita la Feria del Libro para ser entrevistado por el escritor Luis Borja.
Las crónicas de viaje y los relatos sobre música son —junto a la ciencia— los temas más singulares del evento que concluirá este domingo 18 de noviembre. Dyer es docente, novelista y ensayista. Viste una camisa amarilla su “humor británico” y ha convocado a una audiencia que llena la sala César Dávila Andrade, la más pequeña de las dispuestas en la FILL.
Borja recuerda que el autor ha incursionado en la fotografía y el cine, además de escribir sobre música, pero que los viajes continúan entre los temas que lo preceden.
El autor ecuatoriano resalta que las letras de Herman Melville o Joseph Conrad pueden entrar en el marco literario relacionado a los viajeros pero que otros autores, que parecen ir en otro sentido, como William Burroughs o Philip K. Dick, retrataron sus periplos a su manera.
Para Dyer, una novela de Don DeLillo, que era presentada como tal, transporta a un sitio en particular. “Por eso en Londres la gente que viaja en el metro y va sentada tiene la cabeza en otra parte: lee mientras se transporta y eso es llegar a un tercer espacio mentalmente, a un sitio de otro mundo al que se llega a manos de quienes escriben”.
Para el autor de Arenas Blancas (Random House, 2017) la lectura de George Eliot fue reveladora durante su adolescencia aunque los tomos de sus historias pueden parecer interminables y tediosos.
“Entonces, me interesaba lo que a todo el mundo, divertirme, pero luego se descubren los límites a los que puede llevar un libro. Transmitir las experiencias de tus viajes, a partir del relato de experiencias reales, tiene un objetivo. Si viajas a Cartagena, está bien, pero adonde verdaderamente vas es al lugar que está en la cabeza de tus personajes”.
¿Por qué consideras arquetípico la manera en que creciste en Inglaterra?, le pregunta Borja a Dyer, con quien ha establecido un diálogo de complicidades en pocos minutos. “No es interesante porque sea yo quien lo diga, sino porque el relato de aquella época dice algo de su periodo, de su historia y que ahora es parte de un mundo que ha desaparecido porque crecí en un hogar sin libros; mis padres no eran lectores”, cuenta sin ánimo de queja.
En la posguerra, las mejoras en educación pública permitieron que Geoff Dyer accediera a fuentes que para generaciones pasadas estuvieron bloqueadas. Tuvo más opciones y se interesó más en los libros.
“Tuve un maestro que hizo que la literatura me encantara. Esa pasión hizo posible que tuviera grandes expectativas en mente y en el corazón. Luego fui a Oxford (EE.UU.), a fines de los 70, y me compré un estéreo, algo que ya no existe. Fue un tiempo maravilloso y debemos recordar que un día no existieron”.
Humor insular
“Cuando conozco a personas sin sentido del humor, especialmente en Los Ángeles (donde vive), me pregunto cómo sobrevive la gente que no tiene sentido del humor”, le dijo Geoff Dyer a la periodista española Inés Martín Rodrigo. “El humor es fundamental en mi visión del mundo, algo intrínseco y también bastante inglés”.
Considerado uno de los más destacados en el mundo anglosajón, Dyer les contó a sus lectores que estar en la escritura, en sus inicios, era una “forma autoindulgente de hacer lo mío, que ni siquiera llegaba a ser un acto de rebelión”.
Cuando decidió escribir un libro de jazz, But Beautiful, pensó que había “muchas personas mejor calificadas” que él para hablar sobre ese género, “pero la pasión que es esa música, y en ese momento no entendía, me preocupaba. Pensé que quizá podía hacer algo por el género, esa era la fuerza que tenía, aunque a veces amaneciera y parecería ridículo verme escribiendo cuando hay tantos libros excelentes sobre el tema”.
El aprendizaje técnico de las melodías fue algo en lo que se inició el autor. Pero hermoso incluye anécdotas de las vidas de Lester Young, Bud Powell, Charlie Mingus, Chet Baker, Ben Webster, Thelonius Monk y Art Pepper a través del relato imaginado también de viaje que Duke Ellington y Harry Carney realizan en una de sus giras.
Este libro le hizo merecedor del Somerset Maugham Award en 1992 y del elogio del músico Keith Jarret. (I)
Un libro de jazz
Pero hermoso
El libro de relatos imaginados reúne anécdotas de los mayores exponentes del jazz americano.