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El cine Presidente se convirtió en una iglesia evangélica

El cine Presidente se fundó con bombos y platillos en 1955 con el lema de ser “la autoridad en cines”.
El cine Presidente se fundó con bombos y platillos en 1955 con el lema de ser “la autoridad en cines”.
Foto: cortesía de Ricardo Bohórquez
31 de marzo de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

El cine Presidente se convirtió en templo evangélico un día después de su última función. Desde 1955 operó en el centro de Guayaquil, en Luque y Pedro Moncayo. El 7 de marzo, en la sala que en el pasado acogió a grandes estrenos mundiales, transmitió Torero, la última película pornográfica que se proyectó en la ciudad en 35 milímetros.

Amancio Pincay, un barcelonista que desde que inició la transmisión de pornografía en el local estuvo a cargo de la administración, acompañado de otros dos operadores acomodaron por última vez  la cinta, cobraron la taquilla y vigilaron que todo esté en orden.

No más de diez personas llegaron a la función. Entre ellos estuvieron la productora Kathy García y el fotógrafo guayaquileño Ricardo Bohórquez.  “Pero ya mañana esto será un templo evangélico”, les dijeron los operadores del cine frustrando su idea de registrar la vida del lugar. Los espectadores, con el ansia de los documentalistas a los que se les escapa una escena registraron lo que Bohórquez llama ‘El último día del presidente’. Cuando acabó la película, los operadores cambiaron la máquina de 35 milímetros por una proyección en DVD.

Los días siguientes a la última función, Amancio Pincay junto con sus otros compañeros llegaron como todos los días a su lugar de trabajo. Pero esta vez fue para ver cómo se transformaba el sitio y, al mismo tiempo, con la expectativa de que los nuevos dueños les den trabajo.

Amancio se dedicó a administrar cines pornográficos desde los 24 años, luego de ser “jefe del grupo de señoritas que trabajan en los bares”. Estuvo frente a la programación de los cines Lido y  Quito. Se hizo conocido por los empresarios de la industria y terminó en el Presidente, por 10 años “o un poco más”, dice. El Presidente funcionó con una cartelera pornográfica durante una década en horarios de la tarde, de 14:00 a 21:00.

Hace 12 años, Alfredo Robles arrendó el lugar e inició su cartelera con una programación “para todo público” hasta que no fue posible continuar. La competencia era apabullante. “Czarninski y Wright lo tienen todo monopolizado”, dice Robles refiriéndose a los propietarios de las cadenas comerciales Supercines y Cinemark.

Mientras la competencia no daba tregua, un socio de Robles viajó a Italia y regresó cargado de películas pornográficas grabadas en Italia, en formato de 35 milímetros. Con esos filmes cambió el giro del negocio. Hasta que en febrero de este año los dueños le anunciaron la venta del local. Él, que en los últimos días ha estado “medio enfermo”, no quiso luchar en contra de ello. “¿Que por qué a las iglesias les interesa usar este tipo de lugares? Pues porque es un negocio redondo. Las llenan de gente aprovechando las conexiones que tienen en todo el mundo”, dice Robles.

Los nuevos dueños cambiaron completamente el lugar. Transformaron el podio que tenía, como en los teatros antiguos, lo pintaron de blanco y alzaron carteles de alabanzas a su dios.  “Es una ruta que han seguido las salas de cine absorbidas, en el mejor de los términos porque realmente cierran. Se convierten en bares como pasó con el cine Centenario, donde ahora funciona Barricaña; o son iglesias como el cine Tauro, que ahora es la iglesia Pare de Sufrir”, dice Billy Navarrete, programador de Ochoymedio en Guayaquil.

El cine Presidente se fundó con bombos y platillos en 1955 con el lema de ser “la autoridad en cines”. Los estrenos mundiales llegaban al lugar con la invitación de estrellas como María Félix, Lola Flores o Xiomara Alfaro. La zona fue transformándose y, según,  Navarrete “fue decayendo constantemente desde los 90”.  

Robles, tal vez afectado por la venta del negocio al que se dedicó toda la vida, permanece en cama desde que inauguraron la iglesia, el pasado fin de semana. Dentro del local aún está su máquina Phillips para el cine de 35 milímetros que, dice, está vendiendo al mejor postor. (I)

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