Dennys Navas ofrece una utopía urbana en entredicho, sugerente
En la galería DPM de Urdesa, el 23 de febrero se abrió la muestra de Dennys Navas -perteneciente a la joven generación de artistas contemporáneos de Guayaquil-, quien hace suyos cuadros de Bartolomeo del Bene y Tommaso Campanella, para elaborar planos de ciudades utópicas que existen solo en sus sueños. Mientras que Bene y Campanella plasman en sus cuadros edificaciones del renacimiento, Navas hace su propia experimentación y configura las casas de su cotidianidad utilizando para ello la caña y el zinc.
Estas construcciones constituyen el centro de su propuesta, mientras el entorno permanece solitario, sin vida. Al respecto, Rodolfo Kronfle, crítico de arte y curador de la muestra, señala que la sucesión de figuras permite que el espectador se sienta como explorando una pintura de El Bosco, sinuosamente.
Estas maquetas y bocetos, continúa Kronfle, se transforman en símbolos de lo que puede y ha salido mal, luego del fracaso de la planificación del porvenir y detrás de los experimentos sociales.
Lejos de pronunciarse en tono interpelante, el trabajo del artista parece alinearse con “el principio esperanza” de Ernst Bloch y su manera de interpretar estéticamente las imágenes bien querientes que encontramos en todo tipo de producciones culturales, desde los cuentos de hadas, pasando por las narrativas religiosas, hasta las películas.
Bloch exploró la dimensión inconsciente del futuro a través de imágenes provistas por pensadores en un recorrido que partía de la antigüedad hasta su presente, una perspectiva dentro de la cual las elucubraciones de Navas pudieran por supuesto empalmar.
Parecería que en su obra, más importante que la utopía en sí resulta ser la "función utópica", como señala Bloch. Es ahí, en ese espacio de inconformidad con el statu quo, donde aparecen todo tipo de mediaciones para lidiar con las fluctuantes condiciones del mundo, más allá de los logros o fracasos obtenidos en el camino.
Parte de la obra reciente de Dennys Navas abona a las evidencias artísticas sobre aquel inagotable “deseo” que llamamos utopía. Las pinturas y maquetas de su muestra Cul-de-sac no aterrizan ingenuamente; sin embargo, de la visión de un futuro mejor, más bien concilian en clave paródica una arqueología de este impulso con la realidad pura y dura del presente.
El “callejón sin salida que supone la disposición de estos habitáculos rodeados de verdes jardines”, quizá provoque, dice Kronfle, algunas interrogantes: ¿Existe una alternativa al capitalismo? ¿Se proponen como mejores escenarios dentro de las coordenadas del presente que vivimos?
Como vemos, no es tan ingenua ni simple esta puesta y no se puede reducir a la frase que se escuchó decir la noche de la inauguración, refiriéndose a la casa con raíces (pero desraizada) que es la última de la serie exhibida: “es un huracán que pasó y la arrancó de cuajo”.
Esta lectura se queda coja ante todo el caudal que subyace en la producción de Navas. Como un símil, su proyecto que muestra en la superficie solo los cuernos mientras los cuerpos de los animales permanecen ¿por debajo?... o se trata solo de la percepción de cada quien que, al ver esta imagen, construye y da (¿se dan?) una respuesta que lo calme ante la incertidumbre que la puesta plantea.
Quizá los cuerpos no estén debajo, quizá el autor solamente ha hecho un simulacro. Cómo saberlo, lo cierto es que, al igual que el iceberg, ese proyecto dice más de lo que muestra.