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¿Debe replantearse el Salón de Julio de Guayaquil?

¿Debe replantearse el Salón de Julio de Guayaquil?
24 de julio de 2013 - 00:00

Era 1994 y el artista y docente Hernán Zúñiga había obtenido una mención en un concurso del Museo Municipal de Guayaquil (MUMG), el Salón de Medios Alternativos. La obra en cuestión, La adolorida de Bucay, era una imagen en que aparecía la cara de Lorena Bobbit -emigrante que se hizo famosa en ese tiempo por castrar al estadounidense John Bobbit, su entonces esposo- en el cuerpo de la virgen La Dolorosa, que llevaba en una de sus manos un cuchillo, y en la otra, un pene.

La adolorida de Bucay le pareció ofensiva a León Febres Cordero, alcalde de Guayaquil en ese entonces. El ya fallecido ex presidente había dicho que mientras él estuviera vivo, no se volvería a exhibir. “Y se cumplió la palabra”, dice Zúñiga. Febres Cordero murió dos días antes de la fecha prevista para una exposición que celebraba los 100 años del MUMG, en que se recogía una serie de trabajos premiados ahí a lo largo de su historia.

Entre esos trabajos estaba La adolorida de Bucay, obra que, cuenta el autor, fue producto de una “revelación místico religiosa. Yo la vi a ella (Lorena) como una doliente que reclamaba sus derechos de migrante ante John Bobbit”.

La adolorida de Bucay (Variante Significativa), obra de Hernán Zúñiga (mención en 1994). Foto: Internet

Han pasado casi 20 años desde que la obra de Zúñiga fue retirada de la exposición; John Bobbit se recuperó y se dedicó un tiempo a hacer películas pornográficas, para luego pasar a ser pastor evangélico; y aún sobre el Salón de Julio se habla de vestigios de censura.

En 2011, causó revuelo la decisión de incluir en las bases del concurso un artículo que prohibía el sexo explícito. Dos años después, esa parte del reglamento, colgado en la página web www.salondejulio.com, aparece distinta.

Introducido para la 51 edición del Salón de Julio (2010), la cláusula actualmente ya no prohíbe las obras con sexo explícito, sino aquellas “propuestas cuyo contenido sea pornográfico, es decir obsceno, lo cual no impide manifestaciones de carácter erótico o desnudo”.

“Me parece risible en pleno Siglo XXI, cuando con un botón se tiene un maremágnum de sexualidad, pornografía, lascivia y desviaciones”, dice sobre esta reglamentación Zúñiga, que se declara amante del erotismo de autores como Visconti, Fellini, Antonioni, Miguel Ángel y del Expresionismo Alemán.

Más o menos decía eso el crítico Rodolfo Kronfle en su blog riorevuelto.net, luego de que se retirara de la exposición Playlist en el MUMG, en 2009, la obra Lo violó todo el día dentro de un carro!, de Graciela Guerrero. La obra era parte de la serie ¡Extra! ¡Extra!, que cuestionaba el abordaje de la crónica roja de un diario popular guayaquileño.

“Si en el diario con mayor tiraje del país circula una imagen de ‘un moreno violando a un niño’ (como señalaba en una entrevista Melvin Hoyos, director de Cultura y Promoción Cívica), ¿por qué se censura exactamente la misma imagen convertida en escultura cuando lo que hace esta segunda sería precisamente criticar la circulación incuestionada de la primera?”, se preguntaba Kronfle en 2011, en una entrada titulada El Salón de Julio y el sexo.

La cláusula ya no habla de obras con sexo explícito, sino “pornográfico, es decir obsceno”.Susan Rocha, curadora del Museo de Arte Contemporáneo, opina que “si se cuenta con un programa educativo adecuado,  pueden presentarse las obras sin censura”. Además, la curadora agrega la idea de que “las cosas no son en sí mismas ‘pornográficas’, depende de las construcciones sociales y culturales que se configuran alrededor”. Agrega que “la idea es comprender a la cultura como campo simbólico de interpretaciones diversas y luchas simbólicas, donde el papel del salón sería un lugar de reflexión, no de censura”.

Gabriel Castro, coordinador de Eventos del MUMG, opina que las críticas al Salón en ese sentido son un asunto meramente “coyuntural”, pues con el cambio de la cláusula buscamos aclarar “que no existen problemas con el desnudo o con el erotismo”. Cita, por ejemplo, que en el Malecón 2000 se encuentra la obra El fauno y la bacante, una escultura de fuerte carga erótica. El funcionario dice que, más bien, lo que busca el Museo con el reglamento es “evitar facilismos”.

Lo dijo en la charla Museo, Arte y Ciudad, desarrollada el lunes en la Universidad Católica de Guayaquil, en el marco de las actividades culturales por las fiestas de fundación de la ciudad, y de cara a la apertura del Salón de Julio, que se llevará a cabo esta noche desde las 19:00 en la sala de arte contemporáneo del MUMG.

Durante el conversatorio, que contó con la participación de los miembros del jurado del actual Salón de Julio, fueron varios los puntos tratados en torno al arte y al museo como factores de desarrollo de la sociedad.

Entre el crítico de arte español Jorge Luis Corazón; la antropóloga estadounidense Laureen Click, directora de Proyectos Culturales del Museo del Bronx; la artista Larissa Marangoni, y el curador cuencano Hernán Pacurucu, se hizo una revisión sobre procesos en que se involucra al espectador como productor de sentidos de una obra de arte.

A decir de Corazón, esa interacción con el espectador es una de las características de las vanguardias artísticas de los años 20, y del inicio del Arte Contemporáneo.

Museo en crisis

Una de las ideas que salió a flote durante el conversatorio fue la de la crisis de la noción del museo. El tema fue abordado por Pacurucu, que se refirió a salones, Documentas y ferias artísticas como generadoras de “turismo cultural”.

“La idea es sostener procesos culturales más allá de los salones y eventos”, dice Rocha.En esa dinámica, y desde esa perspectiva, “el museo es la institución fundamental del Estado Nación al definir símbolos de poder, objetos de arte avaluados tanto por su carga histórica como su valor de mercado”, decía Pacurucu, que se aproximaba ahí a la idea de la objetualización de la obra de arte.

Dentro de ese escenario, la obra sirve para generar una especie de “estatus de poder, valiéndose del museo para exhibirse como trofeo”.

En 2010, el artista milagreño Óscar Santillán ganó el segundo lugar del Salón de Julio con la obra La habitación impasible, un híbrido entre instalación y obra pictórica -el concurso solo admite trabajos bidimensionales- que, al descascarar la pintura de la pared, formaba el contorno de una ventana neogótica, y con los restos de esa pintura pelada, se proyectaba sobre el piso la “sombra” de esa ventana.

Como, según el reglamento, los ganadores “aceptan que su obra pasará a ser parte del patrimonio del Museo Municipal”, Santillán tuvo que dejar una maqueta que reproducía su obra en el MUMG.

Curiosamente, esta historia hace clic con la noción de la obra de arte convertida en objeto citada por Pacurucu, quien decía que en la posmodernidad, las obras dejaron de ser “objetos tangibles”.

Ahora, durante la posmodernidad, decía el curador, las obras de arte “son producciones de sentido”. Esta declaración abonaba lo que había dicho poco antes Jorge Luis Corazón: “El único poder que yo le puedo conceder al arte es uno que me haga pensar”.

A la idea de crisis del museo, Pacurucu agregaba que en la actualidad hay expresiones artísticas que se confunden con un “show a gran escala”. “Pasamos de ser la institución encargada de administrar la distribución social del conocimiento artístico”, decía, “a simple entretenimiento”.

Y arribaba entonces a la “muy discutida” idea del museo como un Cubo Blanco,es decir, un lugar en que las obras se encuentren “protegidas de la contaminación del contexto por una lógica de aislamiento”.

En ese sentido, explica una tendencia de los artistas de salir del museo para mezclar su obra precisamente con ese contexto, que en algunos casos permite un mayor impacto por estar cerca del espectador, y porque los sentidos se alimentan también por el lugar en que se encuentre la obra. “Renuncian al cubo blanco para involucrarse en la política”, decía Pacurucu en las áreas verdes de la Facultad de Filosofía de la UCSG, lugar en donde se desarrolló el conversatorio Museo, Arte y Ciudad.

DATOS

Hoy, desde las 19:00, se dará a conocer a los ganadores de la 54 edición del Salón de Julio Fundación de Guayaquil, en las instalaciones del Museo Municipal.

La artista Gabriela Chérrez ganó el Salón de Julio de 2007 con Ardo por un semental que me llene toda, obra poseedora de una fuerte carga sexual.

En 2011 estalló la polémica por la cláusula que prohibía el sexo explícito en las bases del Salón de Julio. La cláusula estaba en vigencia desde 2010.

El MUMG realiza
otras actividades, que intentan crear vínculos entre las élites intelectuales y lo popular a través del arte. Algunas son Teatromuestras, Musimuestras, o el Pre FAAL, que se realizará por primera vez este año, en agosto.

Hernán Zúñiga, autor de La adolorida de Bucay, obra vetada en 1994 por León Febres Cordero, había ganado el Salón de Julio en la edición de 1978.
Replanteamientos

Pacurucu aclaraba que con lo anterior no estaba diciendo que “el museo deba desaparecer, sino que tiene que replantearse”.

Desde hace ya no poco tiempo, y a nivel mundial, muchas de las dinámicas de producción y exhibición de arte se están repensando. Una de esas es la Bienal de Venecia, cuyo formato ha sido calificado como obsoleto.

Sin ir tan lejos, el Mariano Aguilera revivió en Quito de la mano del Centro de Arte Contemporáneo (CAC), ya no como un salón, sino como un premio que apuesta por el proceso de proyectos artísticos.
Explica Susan Rocha que el formato del Salón de Julio “posee un modelo ilustrado, donde se premia a una obra y no a un proceso”.

La curadora considera que, en ese sentido, “sería pertinente actualizar el formato, en función de las demandas sociales con respecto a la cultura en Guayaquil”.

Hernán Zúñiga considera a los concursos de arte organizados desde el poder solo  como una forma “de pagar deudas y comprar más materiales”. ¿Por qué? Porque cree que “todos los salones reflejan el perfil ideológico de quien los convoca”.

En ese sentido, acota que “las vanguardias siempre están enfrentadas al poder”, y cree que los artistas, cuando deciden participar en salones, deben saber que su obra puede ser “manoseada”. En todo caso, dice que siempre considera positivo que se organicen concursos porque “nos permiten auscultar nuestras falencias”.

Zúñiga, ganador de la edición del Salón de Julio en 1978, piensa su estilo como una vanguardia del proletariado, que define como “una visión de la historia a la luz del materialismo histórico y dialéctico”.

Rocha opina que “las políticas culturales del MUMG deberían corresponder al actual marco constitucional y a las demandas sociales y culturales de la población guayaquileña y del campo expandido del arte local”. A ello agrega que “la idea es sostener procesos culturales más allá de los salones y eventos”.

Sin embargo, Gabriel Castro explica que el MUMG lleva un tiempo trabajando en acercar el arte a los sectores populares, en un esfuerzo que, indica, busca que se parezca a las políticas aplicadas por el Museo del Bronx.

Comunidad

Lauren Click, directora de Proyectos Culturales del Museo del Bronx y jurado de la actual edición del Salón de Julio, explicó que la institución en la que trabaja surgió hace 40 años en un lugar que llegó a ser el distrito más pobre de los Estados Unidos.

Fundado en 1971, el Museo del Bronx apareció en un tiempo en que ese sector neoyorquino sufría de una política pública que contemplaba la reducción de servicios básicos, como el agua, la luz, el patrullaje policial, como una forma de promover el éxodo en poblaciones marginales. A causa de esa política, muchos incendios se produjeron en un periodo recogido por la serie The Bronx is burning (El Bronx se quema).

Contaba Click que para el público del Museo del Bronx, pagar $ 3 de entrada al edificio significaba mucho dinero. La antropóloga explica que hoy mantienen no solo la gratuidad, sino una serie de acciones que incluyen involucrarse en instancias educativas, para aproximar al público al arte contemporáneo.

Mientras se hablaba de esa tendencia de que el museo vaya a la gente, y no al revés, Corazón citó al dramaturgo francés Antonin Artaud, que decía que “si el pueblo no entiende a Edipo, la culpa no es del pueblo, es de Edipo”.

En Guayaquil, el MUMG mantiene, además del Salón de Julio y el Festival de Artes al Aire Libre (FAAL) -festivales de arte contemporáneo-, otras actividades culturales a nivel popular. “Creemos en el arte relacional”, dice Castro, y explica que la política del MUMG está encaminada a crear un vínculo entre las élites intelectuales y los sectores populares a través de expresiones artísticas, “y esa conexión se llama desarrollo”.

Castro cita también las actividades de corte didáctico del MUMG, como Musimuestras, o el reciente Teatromuestras, y una instancia previa al FAAL que empieza en agosto en barrios como Sauces, Guasmo, Las Malvinas, Alborada y otros.

Larissa Marangoni, artista y asesora del Museo, explica que desde hace un año se realizan actividades musicales en varias estaciones de la Metrovía. A ello agrega que hace 5 años que trabajan en proyectos en espacios como la isla Santay o la prisión de mujeres, espacios que, dice, “también deben cuestionarse”, y donde el arte “empieza a interactuar con la comunidad”.

Cuenta que el proyecto incluye un proceso de convivencia, en que unas 35 personas, entre historiadores, periodistas, escritores o creadores audiovisuales, “van a aprender, porque no solo van a enseñar, es una relación simbiótica entre los artistas y la comunidad”.

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