Hasta que fue posible demostrarlo: los argentinos sí tienen conexión directa con Dios. A más de Maradona, Messi, ahora tienen a Francisco. El Papa Bergoglio ha roto el protocolo y se ha mezclado con la gente.
Les ha pedido a los argentinos medios que no vayan a Roma a su investidur, que esa plata la utilicen en mejores cosas.
No quiere tanta pompa y su vestir es austero, predomina el blanco. Tiene a otros que saldrán en su defensa, Lombardi por ejemplo, y que teñirán de rojo las palabras para descalificar a sus detractores. Ni bien nombrado ya los tiene, han salido de la misma Argentina, en donde mejor lo conocen.
Página 12, ahí escribe Horacio Verbitsky, publicó una serie de interrogantes que no dejan bien parado al Papa. Ciertos informes, en épocas de la cruenta dictadura, pusieron en riesgo la vida de algunos sacerdotes que eran calificados, mínimamente, de imprudentes. Algunos, como Yorio y Francisco Jalics, que dicen haberlo perdonado, fueron a parar a la cárcel. Al Papa de hoy lo acusan como arzobispo de esos tiempos por no haber hecho lo suficiente para protegerlos. Hizo lo que pudo, matizan quienes piden contexto.
Las madres y abuelas de Plaza de Mayo tampoco guardan grandes recuerdos de su vida en Argentina. No fueron recibidas, no al menos con el entusiasmo que dispensó a otros, por ejemplo a los familiares de la víctimas del gran incendio en Cromañón, la discoteca. Quizá las mujeres de Mayo hablan muy fuerte de política, de esa que a él no le gusta tanto. Por eso también acaso se explique la distancia de hoy, y ayer, con Cristina.
Ahora: ¿Es un Papa ajeno a la política? Nunca. Empezando porque su elección depende de un cónclave de 115, que no muy calladamente desatan pugnas muy terrenales, hacen cálculos, miden oportunidades, negocian votos, para dar continuidad a esa teocracia que organiza al Vaticano.
Desde Juan Pablo II, no es mucho tiempo atrás, los papas han decidido caminar el mundo. Lo hacen porque la gente se ha alejado, no hay tanta vocación, hay una suerte de crisis. Si eso hace la Santa Sede, todo un plan que interpela a una buena parte del planeta: ¿Caben lecturas fuera de la teología y más cerca de la sociología? Sí, al menos a mí eso me parece, porque me incomoda un poco, para ser delicado, esta enorme cobertura mediática que pretende ubicar el asunto en forma neutral, como si estuviéramos obligados todos a inclinar las creencias. Creo que un papa es importante; mucho para muchos; quizá poco para pocos. Y no es cuestión de mayorías ante un tema que nada tiene que ver con democracia.