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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Tiempos de horror

09 de marzo de 2016

La semana pasada inició con la triste noticia de la desaparición y asesinato de dos jóvenes turistas argentinas en el balneario de Montañita. Pocos días después apareció la estremecedora noticia de dos niños muy pequeños degollados en una localidad de la misma provincia de Santa Elena. ¿Los principales sospechosos? Sus padres. Las crónicas del horror estaban a la orden del día. Sin embargo, y más allá del espanto, este país continúa siendo un interesantísimo observatorio del comportamiento humano… y del comportamiento ecuatoriano.

Como el crimen de los niños no revestía de mayor interés para serruchar el piso del régimen, los blogs, las páginas digitales de opinión y otras los echaron rápidamente al tarro de basura del olvido. Sin embargo, en el caso de las desafortunadas muchachas argentinas vimos rápidamente cómo cierta prensa se aglutinó en un nuevo frente ante cualquier desacierto, real o aparente, del régimen.

Si hay algo peor que pescar a río revuelto, de seguro es pescar a río revuelto por encima del dolor ajeno. Politizar la tragedia. Mangonear el peor dolor sobre la tierra, como seguramente es el dolor de los padres de Marina y María José, y mangonearlo para obtener réditos políticos. Convertir la legítima indignación y la auténtica angustia de las familias de las víctimas en municiones de su propia guerra, no muy limpia que digamos.

Por ejemplo, en el blog de odio llamado “4 pelagatos” aparecían a diario artículos acerca de este doloroso suceso. Pero no eran artículos como los de otras publicaciones: reflexiones sobre el femicidio, rechazo a la culpabilización de las víctimas, críticas sustentadas en relación con la inseguridad y el riesgo de ser mujer. No. Eran artículos destinados a hablar mal del gobierno a propósito del crimen, nada más. Menos uno, que es excelente, hay que decirlo, de Ramiro Aguilar, todos se dedicaron con ahínco a lo mencionado.

Mientras tanto, nadie se acuerda de los dos pequeños niños ejecutados en extrañas circunstancias. ¿Alguien habrá dicho siquiera una oración por sus inocentes almitas inmortales? Ojalá. Pero lo más probable es que no, pues su enorme y horripilante tragedia no acarrea los mismos réditos políticos que la también trágica muerte de dos muchachas extranjeras.(O)

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