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El Telégrafo
Iván Rodrigo Mendizábal articulista

“Sumergible”, narcotráfico y realidad

12 de octubre de 2024

“Sumergible” es una película ecuatoriano-colombiana del 2020, dirigida por Alfredo León, cuyo argumento es el narcotráfico costero, usando, para el caso, submarinos semisumergibles de bajo costo. Este filme, centrado en cuatro personajes, presenta una atmósfera tensa y asfixiante, gracias a un guion que nos acerca a la realidad lacerante del narcotráfico, visto desde sus actores, y un meticuloso montaje, el cual nos introduce inteligentemente en la trama. En este contexto es singular el trabajo de montaje de León, junto a Sebastián Cordero e Iván Mora Manzano, reconocidos cineastas ecuatorianos.

Desde ya León construye su película dentro de la angosta forma del narcosubmarino. Se trata de un espacio de encierro, frágil y angustioso, donde las relaciones entre los tripulantes permiten descubrir sus motivaciones, sus penurias y también sus ambiciones. Ellos tienen la misión de entregar un cargamento de droga, al mismo tiempo que deben controlar la tecnología casera que gobierna la nave. Tenemos así personajes, uno, el capitán del submarino, dicharachero y temerario; el otro, que trata siempre de poner orden; y un tercero, que añora a su hijo y sabe que su empresa tiene que ver con salir del mundo del narcotráfico, una vez concluida la travesía. Se debe sumar a una joven mujer que es descubierta por la tripulación, como parte del cargamento de la droga embovedada. Dicha mujer está maniatada, acompañada de otra que está muerta, por efecto del encierro. Pronto descubrimos que los destinatarios de la droga además habrían pagado por las mujeres para sus fines protervos. La víctima mujer tratará de escapar del encierro, acentuando más la tensión existente entre los hombres y el peligro de navegar dentro del submarino.

Los ingredientes anteriores, de hecho, nos llevan a pensar en la metáfora del encierro, es decir, estar atrapados a un destino. Son cuatro seres retenidos por las redes del narcotráfico. El mundo narco supondría así un tejido de personas que viven del miedo y de la oportunidad donde, si bien los cabecillas están en la sombra, sus reales actores son aquellos que provienen de capas bajas de cualquier población que creen que sus servicios serán bien pagados. Ya que los personajes de “Sumergible” llevan una carga de droga, escapando de los controles y de los peligros del mar, la presunción del cumplimiento de su misión les hace pensar que, en efecto, podrían tener el dinero suficiente para volver a alguna vida normal. El problema radica en que el mundo del narcotráfico es atrapante: en la película de León, el submarino casi a la deriva, en medio de un mar agreste, vendría a ser la representación de ese mundo oscuro y sus tripulantes, reales apresados por tal sistema, los que siempre tendrían que sopesar seguir viviendo en su interior o salir de él a riesgo de morir.

Sin embargo, cuando tenemos certeza de las motivaciones que encierran cada uno de los personajes, más allá de las intenciones de volver a la familia, nos damos cuenta de que de pronto el periplo estaría demarcado por quien estaría intentando poner orden en la nave: él recibe unas extrañas coordenadas que no las comparte. Él sabe que nadie puede escapar del oscuro mundo narco y del narcotráfico una vez que ha ingresado. La solución es más bien entregarse a las autoridades norteamericanas, creyendo que tendrá mejor trato y recompensa, a sabiendas de que los narcotraficantes son crueles y tratan de eliminar a quienes fueron sus servidores para evitar futuras contingencias. León entonces nos hace reflexionar: en el mundo narco el miedo es el motor de toda acción; no habría estabilidad, tampoco horizonte de posibilidad; tal la imagen que lanza el submarino frágil con sus tripulantes también frágiles, los cuales tratan de investirse ya sea de autoridad o de poder.

Finalmente, hay algo más. Es la figura de la joven mujer. Uno podría presumir que ella, en efecto, habría sido raptada bajo la figura de la trata de personas con destino a la prostitución. El director nos hace descubrir que uno de los resultados de la pobreza en muchas partes de Latinoamérica es el tráfico de personas: los padres, en realidad, venderían a sus proles para tener algún dinero; supuestamente la promesa de felicidad para los vendidos parecería ser el aliciente. Con ello nos damos cuenta de que el mundo narco en realidad determina la vida de las personas, la somete sin miramientos y la destruye con falsas creencias. Una imagen también queda en la memoria tras ver “Sumergible”: aun si los atrapados por el narco pudiesen escapar, su vida sería una completa incertidumbre. En este sentido, el filme de León es una bofetada para despertar la conciencia de los espectadores.

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