Hay un lugar nuevo en este Quito que se pone frío y mojado por las tardes llamado Fundación Pueblos de América (FUPA). Queda en una linda casa recuperada de la Mariscal (Reina Victoria entre La Pinta y La Santamaría). Desde hace algunas semanas se exhiben ahí una serie de fotografías del afamado Gottfried Hirtz, nacido en 1908. La muestra es como un portal en el tiempo porque la misma serie se expuso a mediados de los ochenta en alguna sala del Museo del Banco Central. Hasta la manera en que están colgadas las piezas apunta a otra época, hasta el texto de pared es el mismo que redactó entonces Hernán Crespo Toral, mi querido tío abuelo, cuyo legado cada vez admiro más. Su texto da cuenta de la amistad que sostuvo con el viejo fotógrafo alemán. Buena parte de los procesos artísticos del Ecuador nacen de amistades como esa, del ambiente colaborativo y generoso entre personas que están dispuestas a cuidarse y auspiciarse, creer en el trabajo de artistas.
Las fotografías son estupendas. Invitan a pensar en términos nostálgicos del país, su gente y paisajes que fueron. Hay una imagen espectacular titulada “El Cotopaxi visto desde la Mañosca”. Es pura naturaleza, lomas y árboles cobijando el volcán que parece más próximo de lo que en realidad está. Hay otra composición magnífica con un caballo en la Cuenca de los años treinta, otra con una luz delicada sobre construcciones agrestes de Zumbahua, otra de una procesión en Pomasqui… Aparte del trabajo del FUPA, la muestra cuenta con la activación del hijo de Hirtz, Christoph, otro gran fotógrafo atado a procesos de documentación de la colección del Banco Central y ahora del Ministerio de Cultura (entre muchas otras cosas). Ha tenido el cuidado de traer objetos personales de su padre para acompañar las obras.
Me resisto a mirar las fotos de Gottfried Hirtz con nostalgia. ¿Qué otros objetivos cumplen las cosas viejas, como fotos en blanco y negro de glaciares y cráteres tomadas hace tanto tiempo? A mí me habían hablado de estas fotos hace veinte años, otros ecuatorianos descendientes de alemanes, mis amigos los Dammer. ¡Y las pude ver en persona esta semana! Entonces no es solo lo viejo que aparece frente a mis sentidos. Son instantes que siguen ahí, de los que he sido testigo, que inevitablemente van a perderse, pero no todavía. William Faulkner habla en esos términos de sus personajes de la saga novelística que escribió relacionada al antaño sureño de Estados Unidos de América, dice: “they endured”. Duraron. Aguantaron. Padecieron. Persistieron. Como la idea de que este país puede ser algo en lo que podemos seguir convencidos, a pesar de la política cultural partidista, porque hubo gente que creyó que esto sobreviviría.