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El Telégrafo

Salud e identidades culturales

13 de enero de 2013

En nuestra América coexisten diversas culturas y Estados-nación en proceso de integración. Esta nueva realidad de unidad en un contexto intercultural fue el anhelo de José Martí, lo es de William Ospina, Miguel Rojas Mix, Sousa Santos y otros, como lo es de las culturas indígenas ancestrales. Es la nueva alternativa al capitalismo gestado desde el siglo XV. La modernidad capitalista, más que un proceso histórico intraeuropeo, mantuvo la dominación étnico-neo-europea sobre las poblaciones indígenas y negras desde hace cinco siglos.

Alicia Arenas (Psicoanálisis, cultura y malestares de la época) advierte que la segregación y la violencia continúan siendo problemas graves. La lucha y la entrega de la vida por los ideales se transformaron en una lucha por la seguridad personal para evitar morir por la violencia. Es el contexto de un mal vivir subjetivo que sufren las culturas en un mundo de indiferencia. La determinación social perfila las características de la salud-enfermedad-atención en los modos culturales de vida que repercuten en el dominio individual. De este último se encargan los sistemas y servicios de salud en torno a la enfermedad y la muerte. La clínica debe arreglar un tejido, un órgano o un aparato del cuerpo biológico. Como la realidad es integral, para construir una nueva cultura de salud en nuestra América, es menester superar las relaciones de dominación mediante un diálogo intercultural entre iguales a fin de encontrar la complementariedad clarificando las creencias y realidades de la magia y el milagro (de interpretación sobrenatural), el mito (que se cree parte de la realidad) y la fantasía, que ya el realismo mágico del Abya Yala (Nuestra América) lo hizo con el arte, pero que falta hacerlo con la ciencia.

Catherine Walsh (Interculturalidad, Estado, Sociedad) sostiene que la “visión holística” es la condición básica del “buen vivir”, “que ha orientado las cosmovisiones, filosofía y prácticas de vida de los pueblos de Abya Yala y de los hijos de la diáspora africana durante siglos”. Son justamente estos pueblos, excluidos por el Estado, los que  proponen el paradigma intercultural del Buen Vivir o Sumak Kawsay “al reconocer y promover (…) un sistema de vida -incluyendo la espiritualidad y la vinculación con la madre tierra- (…rompiendo) radicalmente con el marco filosófico-político que orienta el Estado y la sociedad neoliberal”.

Un diálogo intercultural “entre iguales” es la alternativa para el aprendizaje conjunto sobre la salud y la vida.

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