Los alineados en la oposición: la derecha, los rezagos de la partidocracia, la seudoizquierda, MPD, PK, Ruptura, los resentidos, traidores, nuevos grupos ataviados de disfraces y columnistas de los diarios “independientes”, mientras transcurre veloz el año lectoral, se enredan en discutir si Rafael Correa es invencible o no como candidato presidencial.
Unos, desesperados, invocan la formación de urgente alianza para enfrentar con un candidato único al líder de la Revolución Ciudadana e insisten en deponer intereses e ideologías para tornar factible esa unidad; otros, tradicionalistas, que añoran los días festivos de la era neoliberal, ensayan estrategias para no perder espacio en la Asamblea y seguir usufructuando de su política como negocio.
También no se descarta la actividad solapada de los conspiradores que se movilizan ocultos para atentar contra el orden constituido. En el fondo, la oposición, en sus diversos frentes, reconoce el liderazgo de Correa y su calidad de invencible como aspirante a continuar ejerciendo la Presidencia de la República.
El hombre y la mujer, como seres humanos, viven susceptibles de cambio. Las sociedades evolucionan. Los gobernantes triunfalistas no son invencibles, según su comportamiento se engrandecen o sucumben a causa de su deslealtad y de sus errores. Los mandatarios de las últimas décadas se entregaron a las oligarquías y se olvidaron de los sectores sociales postergados.
Administraron el país en provecho de las minorías y pronto cayeron en desprestigio. Con el advenimiento del gobierno de la Revolución Ciudadana el pueblo comienza a identificar a sus enemigos y a comprender que llegó la hora del cambio.
Correa es un auténtico líder, es grande porque busca el bienestar de los pobres, decidido a enfrentarse al peligro; y leal porque cumple sus promesas.
El pueblo confía en él por sus virtudes, preparación académica y sentimiento humanitario. Faltan tramos por recorrer y estrategias por definir en el proceso electoral. Lo cierto es que en el venidero lance participarán, de un lado, la oposición con todos sus matices, lista a librar su última batalla para intentar la recuperación de sus privilegios, y de otro costado, el pueblo revolucionario, dispuesto a consolidar los principios del Socialismo Siglo XXI con la guía de Rafael Correa, invencible, con un puesto en la historia de la República.
Hay que reconocer que la era de las reivindicaciones se ha inaugurado y que es urgente difundir el civismo para que los ecuatorianos no se extravíen del camino.