En la Conferencia, conocida como Cumbre para la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, La posición conservacionista del uso de los recursos naturales, en las negociaciones internacionales sobre el medio ambiente y desarrollo, fue cuestionada por los países en desarrollo, reivindicando en la Declaración de Río el derecho soberano de los Estados para aprovechar sus propios recursos sin causar daños al medio ambiente de otros Estados.
Considerando indispensables para lograr el desarrollo sostenible, la eliminación de la pobreza, la reducción de las disparidades en los niveles de vida en todo el mundo y la plena participación de la mujer. Definiendo el desarrollo sostenible como la capacidad de “Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades del futuro para atender sus propias necesidades”. El alcance del concepto comprende al ámbito: económico, social y ambiental.
El ideal de este concepto aparentemente simple, tiene serias contradicciones para su cumplimiento en las relaciones entre los países desarrollados y los no desarrollados, expresamente cuando se presentan catástrofes originadas en los cambios ambientales como las que actualmente soporta América Central, región donde la mitad de sus 43 millones de habitantes son pobres, y de la cual se informa como resultado de las tormentas climáticas que soporta, más de cien muertos, decenas de miles de hectáreas de cultivos de alimentos básicos perdidas, lo cual propiciaría la hambruna de la región, pérdida de la cosecha de café, producto de exportación regional que ocasionaría desequilibrio de la balanza de pagos. Temiéndose brotes de enfermedades como el dengue, leptospirosis y la gripe. Además de la pérdida de infraestructura.
De las emisiones de dióxido de carbono que originan estos desastres son responsables principalmente los Estados Unidos, con un cuarto de las emisiones mundiales, seguido muy cerca de China, con valores similares. De acuerdo a la obligación asumida en la Reunión de Río de Janeiro, tanto los Estados Unidos como China deberían reparar los desastres originados por los cambios climáticos ocasionados en el medio ambiente de otros Estados, en este caso los países centroamericanos, los cuales son mínimos emisores de dióxido de carbono y con altos niveles de pobreza.