Publicidad

Ecuador, 04 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Qué nos enseña la derrota de Tsipras

14 de julio de 2015

Hoy sería demasiado fácil escribir una columna abundante en retórica para describir la degeneración de Europa. Tras la última, fatal y enloquecida arremetida alemana contra Grecia, sobran los comentarios y las opiniones que evidencian ante pruebas irrefutables la soberbia de una potencia neobismarkiana que, contra toda lógica económica, prefiere humillar y asfixiar un país ya hecho añicos. ¿Hubieran podido ir de forma diferente las cosas? La verdadera tarea de hoy es la de ir más allá del mantra consolatorio y sollozante que sugiere impotencia y posterga la lucha a días mejores.

La capacidad de construir días mejores gira alrededor del análisis. Es decir, concentrarse en cuáles lecciones estratégicas las fuerzas que combaten la austeridad deberían sacar de la derrota de Alexis Tsipras. Porque de derrota se trata y sobre esto hay que ser enérgicos, a costa de parecer crueles, incluso hacia quien había meritoriamente despertado la ilusión. No es este el espacio para enfocarse en los pormenores del acuerdo alcanzado en Bruselas en la mañana del lunes: suficiente será mencionar que los primeros detalles indican que se trata de un memorándum incluso más duro de los que firmaron los predecesores del actual premier griego.  

Para darnos cuenta del tamaño del error político, hay que tomar en cuenta estas tres probables consecuencias adversas: 1. la perpetuación de la recesión económica en Grecia y con ella la imposibilidad de liberarse del yugo de la deuda. De esta manera, es previsible que las condiciones de vida de los griegos empeoren ulteriormente. 2. crisis política en Grecia, con la formación de una nueva mayoría centrista en el Parlamento y la partición de Syriza. 3. como corolario del punto anterior, difusión de la desilusión entre las fuerzas políticas progresistas europeas que verán mermadas sus posibilidades de éxito. Las luchas perdidas suelen generar olas de frustración que cuestan años en recuperarse. En este sentido, el fracaso de Syriza podría influenciar negativamente las posibilidades electorales de Podemos.

Muchos habían entrevisto este desenlace en los meses pasados, y es ante esta confirmación empírica que es preciso detenerse. Tsipras pensó que con tal de llegar a la mesa de negociación empujado por un fuerte mandato popular, los acreedores habrían aflojado ante algunas de las peticiones griegas, aliviando la austeridad e incluso reestructurando la deuda. Entrar seriamente en una contratación conlleva presentarse con una carta con la cual amenazar la contraparte; de otra manera, la contratación carece de sentido. Grecia, en cambio, se limitó a entrar en la negociación suplicando. Toda la cuestión gira alrededor del euro: dentro de la moneda única, los acreedores podían amenazar a Grecia con provocar una crisis de liquidez y arrestar el financiamiento al Gobierno.

Queda finalmente demostrada la irreconciabilidad entre euro y reformas sociales. Atada en su mayoría a una ideología europeísta, Syriza no ha sido capaz de pensar en una alternativa viable, organizarla y, ante la necedad tecnocrática, emprenderla. El camino afuera del euro no hubiera sido fácil, pero habría evitado la capitulación de hoy. Abandonar el fetiche europeísta es la única manera para salirse de la camisa de fuerza impuesta por actores políticos irresponsables. (O)

Contenido externo patrocinado