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El Telégrafo

Posición digna frente a la cumbre

04 de abril de 2012

Las Cumbres de las Américas nacieron torcidas y morirán así. Fueron organizadas, dirigidas e impuestas por los EE.UU, que además define la agenda, ceñida a sus imperiales intereses.

Se crearon en tiempos que la OEA sufría ciertas modificaciones  porque algunos de los países miembros iniciaban cambios, haciendo respetar su soberanía. Es el caso de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, y de alguna manera Uruguay, Argentina y Brasil.

Esta vieja OEA, añejada como Ministerio de Colonias del imperio, excluyó a Cuba, que con su revolución triunfante se constituyó en un referente de dignidad y soberanía. La expulsaron de este “sistema interamericano”. Desde hace algunos años le han pedido que regrese. No regresará más.

Hace pocas semanas, en la reunión de presidentes de la ALBA, en Caracas, Rafael Correa llamó la atención sobre la próxima Cumbre que se realizará en Colombia y advirtió que, una vez más, Cuba no ha sido invitada por decisión abusiva y unilateral de EE.UU. y demandaba que el grupo exija su inclusión, así como la incorporación en la agenda del odioso bloque a ese hermano país y el tema de las Malvinas, aberrante caso de neocolonialismo en pleno siglo XXI, ejercido por el imperio británico.

Cabe recordar que sobre estos problemas una y otra vez han sido repudiados casi por unanimidad por la comunidad internacional y por toda América Latina.

El Presidente llamó la atención sobre este tipo de foros internacionales, que se organizan a sabor y antojo de los países hegemónicos y a espalda de los pueblos, que tienen sus problemas y demandas, en los que mucho tienen que ver las políticas comerciales, financieras, militares de aquellos, que afectan sus intereses y su vida. Demandó no asistir si no se logra resolver estos puntos clave. ¡Ya era hora de sacudirnos!

En efecto, Rafael Correa no asistirá, haciendo notar que lo expresado por el presidente Santos no era una excusa, que Cuba no es invitada porque EE.UU. así lo dispone y no por falta de “consenso”, porque si de eso se tratara ningún país lo tendría, y menos el del Norte.

En política internacional, superando la triste etapa de las momias cocteleras, Ecuador ha tenido coherencia, su acción con su palabra se han correspondido. Por ello se ha ganado el respeto y, aprovechando esta coyuntura, debe impulsar la organización y funcionamiento de la Celac, ya decidida, una organización de nuestros países, sin EE.UU. y Canadá, para tratar sobre nuestros problemas y hacer causa común en el escenario internacional, respondiendo a nuestros intereses, los grandes objetivos de la Gran Patria Latinoamericana, la Patria Grande, como la soñara Simón Bolívar, quien veía a EE.UU. plagando de miseria, en nombre de la libertad, a nuestros pueblos.

La afirmación de la identidad hispanoamericana y de su unidad, como también expresara, es una garantía   frente a la amenaza del creciente poder del Norte, advirtió el peligro para su real independencia.

La historia le dio dolorosamente la razón, pero hay que buscarle remedio. Varios países lo van encontrando. La posición de R. Correa se inscribe en ese objetivo.

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