Ambateño (1921), es uno de los referentes nacionales por su vida dedicada a la ciencia y puesta al servicio de la patria. Médico, maestro, periodista, historiador, investigador científico, su existencia es una página impoluta en la que no sabemos qué admirar más: el rigor académico, la difusión de los conocimientos adquiridos, el ejercicio de la docencia, la pasión por Montalvo, Espejo y otros grandes ecuatorianos, el desempeño eficiente de cargos públicos de gran responsabilidad, como la dirección del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social o el Ministerio de Salud; la conducción de los laboratorios LIFE y la pionera labor en el ámbito del estudio de las alergias, en el cual obtuvo reconocimiento mundial.
Autor de cerca de 40 obras en las cuales explicita su inmensa cultura y vocación investigativa, su tesis de grado para incorporarse como médico y cirujano fue elaborada conjuntamente con su esposa, la también doctora Enriqueta Banda, con el título: “Polinosis: estudio clínico y botánico” con la que obtuvieron el Premio a la Investigación Científica de la Universidad Central.
Desde muy joven inició el estudio de las plantas medicinales, remontándose con la etnomedicina a las del período preincaico. Igualmente precoz fue su incorporación a la docencia, como ayudante de cátedra y luego como profesor titular.
Y así en otros campos de su actividad como la historia, en la que destacan sus numerosos trabajos sobre su coterráneo Juan Montalvo y el fervor puesto en la difusión de las obras escritas por él y sobre él, así como de otros personajes ilustres.
Sería imposible reseñar las condecoraciones y distinciones recibidas a lo largo de su fructífera vida. Cabe destacar el Premio Espejo 1986 por Ciencia, otorgado por el Gobierno del Ecuador y el Abraham Horwitz de la Federación Panamericana de la Salud. Fue fundador de la Academia Ecuatoriana de Medicina y Director de la Academia Nacional de Historia; como vicepresidente, acompañó a Benjamín Carrión en la conducción de la Casa de la Cultura Nacional.
Su honda preocupación social estaba fijada últimamente en el tema de la desnutrición y los medios de combatirla. Sus columnas periodísticas eran una guía por referirse a variados temas de gran interés. Lamentamos su decisión de abandonarlas.
El Dr. Plutarco Naranjo es, por sobre todo, un hombre íntegro, leal a sus principios, socialista sin estridencias, honesto y sabio. Le damos las gracias por su lección de vida.