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El Telégrafo
Rosalía Arteaga Serrano

El porqué de la OTCA

10 de septiembre de 2019

Crear acuerdos, conseguir que las voluntades se conjuguen y actúen al unísono es una tarea compleja, más si están involucrados gobiernos soberanos e independientes que miran por los intereses de cada uno de sus países.

El 3 de julio de 1978 se firmó el Tratado de Cooperación Amazónica y fueron sus signatarios Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela. Funcionaba con sedes alternativas y una secretaría pro tempore. Asimismo, por decisión de los países amazónicos, dicho Tratado se transformó en una organización bajo el nombre de Organización del Tratado de Cooperación Amazónica y tiene como sede a Brasilia.

La OTCA depende para su funcionamiento del mandato de los países miembros, así como de los recursos que los mismos le asignen. Desde luego es necesario el trabajo de sus dignatarios para conseguir los recursos que pueden provenir de la cooperación internacional, sea esta de organismos internacionales o de países donantes.

Al ser la Amazonía la mayor cuenca hidrográfica del planeta, al constituir el mayor bosque tropical del mundo, así como el depositario de la mayor biodiversidad, los ojos del mundo se vuelven hacia esta zona, sobre todo en épocas complejas como las que vivimos, en las que el mismo calentamiento global cuenta entre sus víctimas a esta región, por los más prolongados períodos de sequía y la elevación de la temperatura.

Por ello considero que, con el amplio mandato que tiene la OTCA y los logros alcanzados con programas emblemáticos sobre biodiversidad, recursos hídricos, intercambio de información entre los países miembros, así como proyectos para fomentar turismo sustentable, preocupación por erradicación de enfermedades endémicas, así como diálogo con las poblaciones indígenas y los habitantes de la región, es recomendable fortalecer a esta organización.

La idea de crear un nuevo tratado significaría desconocer una tradición que ya tiene cuatro décadas e implicaría un partir de cero en la consecución de acuerdos en los que ya la organización tiene cierta experiencia.

Es hora de volver al multilateralismo para solucionar los problemas, de fortalecer las instituciones y no crear nuevas que entrañan dificultades burocráticas para cristalizar acuerdos. (I)

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