Evidentemente el tema diplomático con EE.UU. tiene unas barreras generadas por la declaración de persona non grata a su embajadora en Ecuador y la consecuente reacción de su país, pero hay que dejar en claro que la no extensión del Atpdea no responde a esta decisión, tal como lo expresaron el embajador Luis Gallegos y diferentes analistas internacionales antes de la crisis. Más bien esta decisión obedeció a la correlación de fuerzas al interior del Congreso estadounidense, así como al inicio de una campaña presidencial y que no deja de complicarse con la eventual aprobación del TLC entre EE.UU. y Colombia.
¿En qué le afecta lo anterior al Ecuador? ¿Bajará el empleo y disminuirán nuestros ingresos por exportaciones? En el escenario que no tengamos capacidad de reacción en términos de buscar medidas compensatorias para neutralizar el efecto de la no extensión de la Atpdea y de no contar con acuerdos comerciales con Estados Unidos y la Unión Europea, evidentemente habrá una disminución importante en el empleo y en las divisas, pero en este caso ya la ministra de la Producción, Nathalie Cely, anunció medidas que van desde compensaciones tributarias hasta acciones para disminuir la estructura de costos, a fin de mantener la competitividad de nuestros productos.
Estas medidas están bien, pero hay que ir más lejos, avanzar, como dice Fánder Falconí, en la “reconstrucción” de las relaciones diplomáticas con EE.UU., nuestro principal socio comercial. El Ecuador debe aterrizar su visión ideológica en relación con este país a temas exclusivamente pragmáticos, como hace el uruguayo Pepe Mujica con sus socios comerciales, o como hacen hoy Santos y Chávez después de semejante gresca con Uribe, temas que deben sustentarse en lo que realmente queremos: vender más y mejor para tener ingresos que permitan incrementar la inversión local y generar más empleo para garantizar una mejor distribución de la riqueza.
Por otro lado hay dos temas también importantes. La seguridad, que es vital para ambos países, nos debería llevar a acuerdos que permitan simultáneamente luchar contra el narcotráfico y desnarcotizar las relaciones internacionales y, de otra parte, hacer convenios que permitan proteger a nuestros migrantes en EE.UU. de toda esta xenofobia que se está desatando en ese país.
Es verdad que los países deben hacer respetar su soberanía y no negociar su dignidad, pero tampoco pueden, como decía Pepe Mujica, “enfermarse de dignidad”.