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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

"No habrá revolución, es el fin de la utopía, se suicidó la ideología..."

07 de agosto de 2016

Cuando Joaquín Sabina escribió El muro de Berlín, esa canción adquirió un estatus político frente a una realidad concreta: había desaparecido el bloque soviético, un politólogo predijo “El fin de la Historia y el último hombre”, y el neoliberalismo arrancó su loca carrera por la liberalización económica. Y sabemos dónde terminó todo aquello.

El español Sabina cantó como un gran poeta al momento trágico de la historia, en una estrofa que muchos repetimos en su momento como un canto de esperanza antes que de derrota:

“No habrá revolución,
Se acabó la Guerra Fría,
Se suicidó la ideología,
Y uno no sabe si reír o si llorar
Viendo a Trotsky en Wall Street fumar
La pipa de la paz...”

Y ahora resulta que en la campaña electoral ecuatoriana desde Jaime Nebot, pasando por Marcelino Chumpi, llegando hasta algunos prohombres de la izquierda criolla, hablan del fin de las ideologías, de que no hay derechas ni izquierdas, que ahora lo que cuenta es un partido llamado Ecuador. Ya no hay Plan Cóndor que denunciar, ciertos militares vuelven a la Doctrina de Seguridad Nacional y los empresarios hablan de equidad mientras ponen plata en los paraísos fiscales. Esta es nuestra “nueva época”.

Pero no, volvimos a los noventa, antes de que llegue la “oleada” de gobiernos bolivarianos en América Latina y quedaran de lado esos postulados supuestamente neutrales, puros y castos. No olvidemos que buena parte de la izquierda mundial, para no sentir vergüenza se autocalificó de comunista liberal o progresista renovadora, para evitar mostrarse como socialista o revolucionaria.

Por eso adquiría un hondo significado el verso de la misma canción del viejo Sabina:

“Ha vuelto Rasputín,
Se acabó la Guerra Fría,
¡que viva la gastronomía!
Y uno no sabe si reír o si llorar
Viendo a Rambo en Bucarest fumar
La pipa de la paz...”

Por eso, ¿ahora en Ecuador ya no habrá ‘guerra fría’, ni polarización y menos aún diferencias ideológicas o derechas o izquierdas porque cierto ‘Rasputín’ ha vuelto al terreno de la política electoral, dejando su alcaldía a un lado para impulsar la candidatura de su ‘delfina’ o ‘cachorra’? ¿El populismo quedará atrás y seremos testigos de la apertura de las anchas avenidas al mundo blanco, neutro, casi celestial, bajo la égida de nuevos próceres dispuestos a devolver sus bienes de los paraísos fiscales con tal de reivindicar a la empresa privada, el libre mercado, la comunicación libre e independiente y a un gobierno al servicio de los “grandes intereses nacionales”?  

Incluso, como ha prometido un banquero, se creará una comisión de la verdad sin haber antes dicho ni pío de la otra que reveló esos crímenes de lesa humanidad que para cierta izquierda y algunos periodistas no existen porque no hay cómo tocar ni con el pétalo de una rosa a determinados militares y policías. ¿Cómo van a tocar a esos acusados de semejantes delitos si no tienen ningún problema en reunirse en Miami o Washington con Gustavo Lemus, sentarse en la misma mesa, y hablar el mismo lenguaje político? ¿Jamás se sancionará a quienes desaparecieron a los hermanos Restrepo y a Gustavo Garzón?

De ganar las próximas elecciones la derecha desideologizada (aquella que ahora cree en un “Estado con alma”, la misma que hace negocios sin ideas, solo con billetes) fumaremos la pipa de la paz, todos seremos felices y comeremos perdices hasta las calendas griegas.

En conclusión, volveremos a los noventa con toda su carga de perversidades justificadas por los intelectuales arrepentidos y avergonzados de haber militado en la izquierda. Y eso no es lo más grave, pues ya pasó y sabemos a dónde nos condujo. Lo grave es que ahora, bajo el pretexto de “desmontar el correísmo”, esos mismos intelectuales, académicos, rectores de universidades, directores de ONG ambientalistas, defensores de los derechos humanos, abogados ‘progres’ y uno que otro periodista plieguen al sofisma de que un socialcristiano cree en la igualdad social y en el respeto a los derechos humanos, un banquero en la distribución de la riqueza o un socialdemócrata en la transformación de las estructuras profundas del capitalismo.

Salvo que ahora algunos de ellos que erigieron a Mauricio Rodas como el gran líder de la ‘nueva época’ se dieron cuenta de su grave error y antes de mancharse con su defensa lo critican sin hacer un mea culpa de todo lo que callaron y auparon durante estos dos últimos años.

Mejor es responder a todo esto con El necio, la canción de Silvio Rodríguez, aunque nos digan nostálgicos, sesenteros, trasnochados o cualquier otra cosa:

“Yo quiero seguir jugando a lo perdido,
yo quiero ser a la zurda más que diestro,
yo quiero hacer un congreso del unido,
yo quiero rezar a fondo un hijo nuestro.
Dirán que pasó de moda la locura,
dirán que la gente es mala y no merece,
mas yo seguiré soñando travesuras
(acaso multiplicar panes y peces).
Yo no sé lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
allá dios, que será divino,
yo me muero como viví,
yo me muero como viví...” (O)

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