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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y el ajedrez

Marco, el caballo resentido. ¡Gran caballo!

Historias de la vida y el ajedrez
02 de julio de 2015

Algunos llaman “deporte” a treparse a un toro o a un caballo enfurecido y ser sacudidos como monigotes en espectáculos que a veces cuestan vidas. Es el rodeo, una especie de religión texana, con su liturgia de heridos, gritos, chicas bellas y cerveza. Jack Schaefer, un escritor americano, nos contaba la historia de un caballo que alguien le regaló y que se convirtió en estrella del rodeo.

Era un animal extraño, como el dibujo de un niño: Tenía el cuello y las patas demasiado largas, como una mezcla de caballo y jirafa. Le dijeron que se llamaba Marco. Cuando lo vio detrás del corral lo llamó: “¡Marco!”, y aquel animal desgarbado levantó las orejas, tensionó su cuerpo y se acercó suavemente como si flotara sobre la hierba, se detuvo ante su nuevo dueño y lo miró de lado, con unos ojos inteligentes. Schaefer le lanzó una soga para enlazarlo, pero el animal, como un rayo, movió el cuello, levantó las patas y se alejó algunos metros. Después de varios minutos y llamadas amables, Marco volvió a acercarse. Entonces Schaefer le explicó que lo iba a ensillar, y el animal aceptó todo, como si entendiera cada palabra.

Marco era el mejor caballo que nadie pudiera soñar. En los rodeos esperaba la embestida del toro, y en el último momento hacía un paso de bailarín, y el toro seguía su arremetida inútil. Los aplausos y los hurras de la tribuna eran su gran recompensa. Pero llegó un domingo que lo cambió todo.

Cuando el toro perseguía al caballo, un niño de siete años se soltó de su madre y cruzó la barrera de seguridad. Cuando el toro lo vio, arremetió contra el pequeño. En ese momento el caballo Marco dio un salto suicida y se lanzó en carrera para interponerse entre el toro y el niño que intentaba huir. Entonces Schaefer, asustado, se lanzó del caballo para ponerse a salvo.

El caballo recibió una cornada en el anca, pero de todas maneras siguió exponiéndose, ya solo, sin jinete, hasta que voluntarios pusieron el niño a salvo. El caballo se recuperó de la herida. Pero Schaefer nunca pudo recuperar el respeto de su caballo porque Marco ya no atendía su llamado. Y si lo montaba, lo hacía con total negligencia. Con otros jinetes Marco, el caballo resentido, se portaba como el mejor de todos. “Yo podría vender todos mis caballos, pero nunca venderé a Marco”, decía Schaefer. “Él me enseñó que en la vida no se puede abandonar a los amigos”. En ajedrez los caballos también dan buenas lecciones. Por ejemplo, no dejarse asustar y no abandonar la lucha.

       1:C5C    P8=D      2: C7A mate

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