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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Madre, ¿solo hay una?

12 de mayo de 2014

Encontrar una mujer en el Ecuador que no se defina por su maternidad es difícil, porque sin duda la maternidad sigue siendo el camino por el que cruzamos la mayoría de ecuatorianas. La capacidad de engendrar y parir es tomada como la forma más visible de diferenciarnos de los hombres. Pero, ¿qué significa ser madre? Generalmente es entendido como dar a luz y cuidar hijos; es decir, existe el predominio de una perspectiva biológica a la hora de definir la maternidad.

No obstante, el feminismo ha demostrado que la “maternidad” es un discurso inventado, o al menos una construcción social y cultural. Ser madre a lo largo de la historia ha tenido significados diversos, así, en el capitalismo se produjo una separación más clara de roles, una división sexual del trabajo que asignó a las mujeres un papel central derivado de su capacidad de procreación y la tarea de cuidados de hijos e hijas. Replegadas las mujeres en este ámbito, la maternidad se constituyó en una fuente de desigualdad e impedimento para hacer todo aquello que una mujer aspiraba para su realización personal.

El discurso de la maternidad ha sido utilizado en el patriarcado como una fuente de dominación política, porque hay indudablemente una disputa de poder que implica que cuerpos dóciles son domesticados para constituirse en las reproductoras y cuidadoras. Un intento político de mantener a las mujeres sujetas, abnegadas, y domesticadas. Además, la noción de maternidad no es única, dado que es muy diferente la experiencia de maternidad para una mujer urbana blanco-mestiza de clase media, que para una mujer rural, o indígena, o afro, o lesbiana. 

Evidentemente, estos discursos han sido puestos en cuestión y las mujeres ya no se definen únicamente por su maternidad, pues el campo de acción es más complejo e integral. Se han creado nuevas identidades donde la maternidad no es exclusiva, o al menos no necesariamente entra en conflicto con otras aspiraciones y roles que las mujeres queremos cumplir. Aunque siempre es cuesta arriba, en estas condiciones, cumplir a la par todos esos roles.

La pervivencia del discurso empalagoso y simplón, que circula ampliamente en estos días, del sacrificio y abnegación de la madre y su ensalzamiento, realmente esconde por detrás un afán de dominación y de perpetuación de esos roles de subordinación que miran a la mujer únicamente como un ser con ovarios, cuya función viene dada por su “natural” condición biológica. En contraposición, se empieza a discutir, sobre todo entre los jóvenes, la construcción de nuevas identidades donde la maternidad se confronte con la paternidad y ambos afronten roles de protección y cuidado. 

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