La voz del legislador no es la voz del pueblo. Tan es así que hay quienes han sido elegidos legisladores y en un santiamén dejan el curul y se van a otro cargo público. Ergo, el pueblo lo eligió para una dignidad pero a él casi o nada le importa la voluntad del elector.
Entonces ahora cuando se presenta un proyecto de ley que cumple con los parámetros de la técnica legislativa en lo formal, ya hay voces desde la Asamblea –que está en su peor momento- que entran a cuestionar sin antes leer y sobre todo de cabo a rabo como dice la conseja popular, posición a la que se suman de otros sectores que al parecer lo que les importa es la controversia y no la salud de la patria.
Y es que es peligroso leer solo el texto legal sin empezar por la Exposición de Motivos que es el alma de la ley y la justificación de la misma. La lectura sesgada es peligrosa y no recomendable escucharla.
La Ley de Creación de Oportunidades por así llamarle simple y llanamente sin quitarle el condumio, es una de las respuestas que el gobierno da frente a la realidad social y económica de la patria, esa patria que solo es materia de preocupación en elecciones, así como sus componentes, es decir los compatriotas a los que la imaginación les vuela frente a tanta oferta de campaña, pues bien se dice que la imaginación es el aguijón del pobre.
En el proyecto de ley hay un halo de honestidad por parte del gobernante cuando dice que la crisis que afecta al país no es únicamente consecuencia de la pandemia del COVID-19 ni es imputable a un gobierno anterior en particular, responde a un problema estructural y constante, que ha sido atendido parcialmente mediante reformas puntuales por décadas. Es por ahí donde debe empezar la lectura.
La crisis es histórica por el modelo de gestión, pero además lo digo, por la corrupción galopante que también es la edad de la patria. Corrupción que se ve reflejada en hacer las cosas desde el interés particular sin pensar por el bien general de la sociedad.
El debate es la oportunidad para examinar ampliamente soluciones y alternativas, abre la posibilidad de disentir, de expresar las dudas y las razones para cambiar de punto de vista. Y es que esta reflexión es oportuna frente al proyecto de ley enviado desde el Ejecutivo. La voz del asambleísta de turno no es la voz del pueblo, peor la voz de Dios, no así la consulta popular.