Cuando reflexionamos sobre el limitado progreso de la agricultura del país y analizamos las posibles soluciones concedemos prioridad a la tecnificación a la cual se le adjudica como característica la capacidad para mejorar la producción agrícola en corto tiempo. Sin embargo, olvidamos que la tecnificación, tras la imagen seductora de la modernidad, significa la introducción de elementos artificiales en un medio ambiente natural diferente al que tienen donde se originaron y como tales producen impactos que pueden ser positivos para el objetivo para el cual se aplican (multiplicar la producción), pero negativos ambientalmente ocasionando alteraciones de difícil corrección, como es la contaminación, preocupación actualmente mundial.
Los trópicos, región del planeta donde se localiza nuestro país, constituyen para los países industrializados las zonas de aprovisionamientos de productos primarios (commodities: productos genéricos básicos, que tienen valor o utilidad y un muy bajo nivel de diferenciación o especialización).
Las investigaciones realizadas por los países industrializados para tecnificar la producción agrícola tienen como objetivo multiplicar la producción al menor costo financiero posible sin tomar en cuenta el medio ambiente (conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos, de las personas o de la sociedad en su conjunto. Comprende el conjunto de valores naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y en un momento determinado, que influyen en la vida del ser humano y en las generaciones futuras). Los resultados obtenidos por la tecnificación, si bien han tenido un notable efecto en mejorar la productividad, también han generado consecuencias como el calentamiento global perjudicando a la humanidad en general y en particular a la del Tercer Mundo, para terminar siendo un grave problema a nivel mundial.
En nuestro país, ante la tradicional falta de una política de Estado, la tecnificación agrícola ha dependido del nivel de exportación marcando la asimetría entre el denominado empresario (por su acceso al recurso natural: tierra cultivable), el cual, por su nivel de oferta de producción, puede financiar las inversiones en las herramientas de tecnificación y el pequeño productor.
Si consideramos pequeño productor al agricultor con menos de 10 hectáreas, tenemos que estas unidades de producción corresponden al 75% de los productores del país, los cuales cuentan apenas con el 13% de la superficie cultivada dificultando y comprometiendo su capacidad de oferta de los productos a las transnacionales.
En estas condiciones, la tecnificación -mediante las herramientas convencionales- generada por los países desarrollados no es accesible financieramente para el pequeño productor; y en lo que corresponde a los complementos utilizados en los procesos productivos modernizantes, su aplicación es altamente contaminante, agrediendo directamente al campesino. Esta situación nos indica que el mejoramiento agrícola no es solamente técnico, sino básicamente político pasando por la organización y capacitación del pequeño productor. (O)