En la actualidad, el éxito de un gobierno debe estar supeditado al cumplimiento de un principio fundamental que es la construcción y el fortalecimiento de la libertad.
Dado que la libertad es el pilar de la democracia, la acción gubernamental al precautelarla debe limitar todo aquello que atente contra ella. Esto incluye todas las aberraciones que puedan ser causadas por el propio ejercicio de la libertad, como por ejemplo, dentro del ámbito económico, el aparecimiento de los monopolios o los monopsonios.
El dilema que aquí se presenta es que la sociedad democrática requiere mecanismos que limiten la libertad de algunos para asegurar la libertad de todos.
Siguiendo nuestro principio, estas limitaciones de hecho tendrían que ampliarse a otros ámbitos, como el político, cuya aplicación, en la sociedad mediática, se expresaría limitando lo unívoco de un solo mensaje (o medio) y cuestionando lo instituido de una vez y para siempre.
Una tercera limitación que un gobierno democrático debería efectuar para garantizar la libertad se aplicaría dentro del ámbito jurídico, limitando la injerencia de su poder en el espacio privado y buscando mecanismos que controlen cualquier afán totalizador que degenere en corrupción y abandono del resguardo de los derechos humanos.
En la misma línea, una última limitación estaría definida por el establecimiento de límites en lo que se refiere a la tolerancia con las carencias de infraestructura, inaccesibilidad a los servicios básicos, educativos y culturales que producen inequidad, falta de oportunidades y maldesarrollo.
La libertad es la obra mayor de un gobierno democrático y un asunto de responsabilidad precisa, sobre la base del bien común, que por otro lado, es un puntal razonable de un proyecto de nación aceptable. (O)