El actual proceso político va recuperando un lugar digno para los afrodescendientes en el Ecuador. Se trata de una deuda histórica decisiva por saldar; la visibilidad que los pueblos indios han conseguido en este país -quizá la máxima en todo el continente- no ha abarcado a las etnias negras, esas que se esparcen en diferentes espacios del territorio nacional, pero se concentran más en la zona noroeste, en sitios prototípicos como Esmeraldas.
Todavía a menudo son negros los que hacen los trabajos más informales y peor pagados, los que permanecen sin suficiente inclusión en las políticas que vienen mejorando la condición social de los sectores vulnerables del Ecuador.
Pocos como los negros han sido tan “condenados de la Tierra”, según dijera Franz Fanon, aquel intelectual que bregó por la liberación africana. Y tan depreciada está nuestra mirada hacia aquel continente cuyos pobladores fueran esclavizados por la “civilización” occidental, que apenas concebimos que allí existe y ha existido una rica cultura, incluso considerada dentro de los mismos términos occidentales.
La antigua civilización egipcia, de las más altas de la historia, floreció en África. La biblioteca de Alejandría, ejemplo epocal extraordinario, se situó en esa ciudad de las costas africanas. Intelectuales mayores de Occidente nacieron de padres europeos, pero en territorio africano entonces colonizado: nada menos que Albert Camus -que algo de ello reflejó oblicuamente en algún episodio de “El extranjero”-, que Louis Althusser, que Jacques Derrida (quien quizá desde allí haya perfilado su filigrana escritural en torno del descentramiento y la crítica del Logos).
Se ha trabajado los últimos años en recuperar el lugar de la negritud ecuatoriana, esa negritud que recoge la historia triste del abandono, la discriminación y la marginalidad social. Se trabaja, pero hay mucho por seguir haciendo. Es imprescindible que cuando se habla de multiculturalismo la negritud sea puesta en primer plano, pues efectivamente los últimos debieran ser los primeros.
Hay mucho rezago que superar, mucho trabajo, mucha salud, educación, alfabetismo que conquistar a plenitud para aquellos sempiternamente puestos fuera del horizonte de visibilidad de la historia cultural dominante en Occidente.