Nepal es uno de los lugares más mágicos que he tenido la oportunidad de conocer. La conjunción de hinduismo, budismo nepalí y tibetano; unido a su diversidad étnica, su larga historia de dinastías y reinos, su geografía que va desde los imponentes Himalayas hasta valles más cálidos, hacen de este país un lugar excepcional. Ubicado entre dos gigantes, China e India; no obstante, Nepal tiene un carácter e identidad definidos.
Una guerra civil sangrienta tuvo lugar en Nepal en los últimos años y como resultado de ella en 2008 se derrocó la monarquía y se instituyó la república. Gracias a una nueva Constitución y elecciones se hizo del poder el Partido Comunista de Nepal, de tendencia maoísta. Su vida política ha estado llena de incidentes y acontecimientos cruentos.
Katmandú, su capital, era un verdadero museo en el que destacaban palacios mágicos, de colores ocres oscuros, de ladrillos y madera, muy diferentes de los occidentales brillosos a los que estamos acostumbrados. En otros templos circulares se observaban a los monjes tibetanos imbuidos en una contemplación paralizante. El misterio y la magia envolvía toda el aura de los templos y palacios en Katmandú, y una se sentía transportada a otro mundo. Los rituales budistas de oración eran tan especiales que inmediatamente aun el turista más despistado se implicaba en ellos, sintiendo una espiritualidad contagiosa.
La ‘niña diosa’ o kumari, por ejemplo, es un extraño ritual de adoración a una niña virgen escogida luego de pasar una dura prueba en la que deben evidenciarse 32 signos distintivos; así, la niña es venerada tanto por budistas como por hinduistas. Para los nepalíes la ‘niña diosa’ es la reencarnación de la diosa Taleju que se mantiene en este cuerpo hasta que la niña se hace mujer, es decir, cuando la niña menstrúa la diosa se desencarna del cuerpo de esta niña y otra debe reemplazarla.
Otro rito impactante de origen hindú y practicado antiguamente en India, aunque fue ya prohibido pero que pude presenciar con mayor facilidad en Nepal, fue la ceremonia del sati. En este ritual pude observar varias piras humanas que incineraban con sándalo a orillas del río sagrado, en una de ellas la viuda hizo el gesto de inmolación. El sati no significa muerte para los hinduistas sino de regeneración y purificación.
Lamentablemente no puedo relatar mi experiencia de ascenso en el Everest porque nunca me entrené en esas maravillosas prácticas, sí pude observar cómo llegaban turistas de todo el mundo para escalar esta majestuosa montaña enclavada en Nepal. En fin, para quien conoció Nepal, ciertamente no es posible ver las imágenes de la destrucción ocurrida a raíz del terremoto. Es una verdadera catástrofe el haber perdido ya más de cinco mil vidas de este pueblo tan maravilloso y trabajador, y también una catástrofe saber que esos extraordinarios templos y plazas están en ruinas.
Los gurkas son feroces combatientes que formaron una dinastía que fundó el reino de Nepal. Hoy Nepal debe librar otro tipo de batalla, y nuevos gurkas surgirán de las cenizas para reconstruir estos grandiosos templos y reiniciar la vida. (O)