Una de las universidades más emblemáticas de los Estados Unidos es, sin duda, Harvard. Han podido estudiar en ella -por su prestigio y sus costos- las élites políticas y económicas del país del norte.
La cátedra de Introducción a la Economía estaba a cargo del profesor Gregory Mankiw, quien trabajó también como asesor del ex presidente George Bush hijo.
El 11 de noviembre del presente año los estudiantes deciden no asistir a las clases del señor Mankiw. En una carta dirigida a su ex profesor, entre otras cosas, le dicen: “Hoy estamos abandonando su clase, con el fin de expresar nuestro descontento con el sesgo inherente a este curso.
Estamos profundamente preocupados por la forma en que este sesgo afecta a los estudiantes, a la universidad y a nuestra sociedad en general (…)”.
“(…) Los graduados de Harvard juegan un papel importante en las instituciones financieras y en la conformación de las políticas públicas en todo el mundo (…)”.
La carta expresa finalmente: “Nos estamos retirando este día, tanto para protestar por la falta de discusión de la teoría económica básica, como para dar nuestro apoyo a un movimiento que está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica (Occupy Wall Street). Profesor Mankiw: le pedimos que tome nuestras inquietudes y nuestro retiro de su clase en serio”.
Los estudiantes siempre han dado lecciones a quienes son funcionales al “sistema”. En las protestas contra la guerra de Vietnam, por ejemplo, los jóvenes estadounidenses jugaron un papel muy importante porque lograron desarrollar nuevos mecanismos de participación popular y plantearon serios cuestionamientos sobre los valores de su nación. Cientos de miles quemaron sus cartillas militares, demostrando su total rechazo a ese conflicto.
El salón de clases ha quedado vacío. El señor Mankiw está solitario. Probablemente disponga de más tiempo para realizar “investigaciones” y escribir libros auspiciados por las corporaciones financieras. Al fin y al cabo, son las que dan “fama” a los obedientes. Son las que condenan al anonimato a los desobedientes.
Por los hechos señalados, se puede deducir que los tentáculos de las transnacionales financieras también llegaron a la Academia. Lo compran todo. O casi todo. Los estudiantes siguen siendo una honrosa excepción.
Lo que queda claro es que los jóvenes de la Facultad de Economía de Harvard cumplen a cabalidad con el lema de su casa de estudios: Veritas (Verdad). Mientras tanto, la cátedra del señor Mankiw descansa en paz. Amén.