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El Telégrafo

La decadencia del capitalismo mundial

23 de septiembre de 2011

Las grandes economías de las  naciones occidentales  están atravesando una de las mayores crisis  estructurales  que se tenga memoria. La gravedad y duración  de su impacto en el  planeta  es evidentemente preocupación  de los gobiernos y pueblos del orbe.

Se considera -por centros académicos de renombre mundial- que el sistema capitalista se encuentra en agonía  y con serias expectativas de extinción  en los próximos años. El abuso  del endeudamiento externo, tanto en la Eurozona  como en los Estados Unidos  de Norteamérica, los altos costos de los  commodities, los desastres naturales  en Japón y la conmoción política  en los países árabes  han planteado  severos cuestionamientos al sistema que históricamente fue     responsable importante  de la  acumulación de caudales. Muchos de estos pronunciamientos   tienen  características y argumentos  muy serios y otros más bien   anecdóticos, como la  desvalorización de USA de su certificación crediticia.

Los llamados  grupos de  Estados ricos y poderosos  no logran   resultados de crecimiento y estabilidad  económica  compatibles  con la magnitud de la debacle, y por ello el sustento  de la desaparición del  sistema capitalista  como tal  tiene pleno asidero y convicción en los círculos financieros  importantes de la Tierra. El Estado de bienestar,  que fue la entelequia  que los regímenes socialdemócratas  esgrimieron como alternativa al socialismo, yace moribundo y con escasas posibilidades  de resucitarlo.

El manejo del salvavidas  financiero  para bancos  y aseguradoras,  por parte del gobierno de Obama, no surtió el efecto deseado y ha creado mayor incertidumbre  en el mundo capitalista.

Estos maltrechos esfuerzos  buscando  la recuperación económica  son una muestra fehaciente   del equivocado criterio  de inyectar en la cúspide de la pirámide bancaria  los recursos del  Estado, para que los bancos los  manejen  a su antojo  y obviamente para favorecer a  los altos ejecutivos con sueldos   y pensiones  jubilares  millonarios,  dilapidando así  el dinero del pueblo americano  y convirtiendo en    el mayor de los fracasos  el plan económico remedial,  planteado por el Gobierno estadounidense  para salir de la hecatombe  financiera,    y cuya  consecuencia política fue  la derrota  del  Partido Demócrata en las elecciones de medio  período.

El capitalismo salvaje  del que hablara el papa Juan Pablo II se debate en una vergonzosa retirada y es hoy el refugio de las multinacionales  en una suerte de acciones del fin del mundo, con un sistema financiero sin timón que quiere apoderarse de los últimos reductos   de la herencia  de la democracia social, los fondos de pensiones de millones de trabajadores y sus familias.

Las predicciones de  Karl Marx, de que  las desigualdades de la sociedad capitalista -que convierte a  centenares de millones  de seres humanos en los “condenados de la Tierra” y a una privilegiada minoría  en los usufructuarios de los bienes y fortuna  de la humanidad- la llevarían  a su autodestrucción, se están cumpliendo.

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