Más de un millón de compatriotas se fueron del Ecuador a finales de los 90 y principios de este siglo. Y esa “fuga” produjo un desencuentro y a la vez unas oportunidades hasta ahora no suficientemente procesadas en su múltiple complejidad. Además, el fenómeno reveló aspectos de nuestra identidad, como la religiosidad, que desatan todo tipo de expresiones y hasta contradicciones, sin descontar las disputas de poder que anidan en ellas.
La Churona, un documental realizado por Cristina Carrillo, que estos días se exhibe en el festival EDOC, traspasa el simple relato de un acontecimiento, que ocurre en septiembre de cada año en la provincia de Loja, con la Virgen del Cisne. La cinta coloca la realidad en varias dimensiones a partir de la religiosidad de la gente humilde del Ecuador: el peso colonial que anida en muchas prácticas y ritos, el mestizaje que se construye a partir de ellas y las contradicciones cuando se instala en otro país (paradójicamente el que nos colonizó).
Y como un punto de inflexión (por lo que el documental crece y alcanza su mejor expresión) está la realidad española, con la presencia ecuatoriana, que les devuelve ese otro sentido de la religiosidad, los multitudinarios ritos y hasta una recuperación económica a las iglesias. Los curas españoles “descubren” que una Virgen ecuatoriana les puede garantizar templos llenos y por eso traen del Ecuador una efigie de la Churona y hasta hacen una procesión. Y del otro lado, una ecuatoriana “emprendedora” también hace, desde su iniciativa particular, lo mismo que los curas, pero en otros espacios y con otros fieles.
En todo ese conjunto de contradicciones, disputas de poder, fanatismos un tanto extraños y la nostalgia de la patria dejada renace un solo símbolo: el reencuentro. Y si no puede ser en tierra latina, que sea en la española. Ese reencuentro, además, revela la cruel realidad de la emigración: me voy por plata, me quedo por mi gente, pero no puedo regresar porque mi gente ya está conmigo acá.
Ahí el mérito y la trascendencia del documental como registro y reflexión valiosa de la realidad, sin atisbo de proselitismo alguno. La realidad no la necesita. Y con un punto de vista que Carrillo lo ha conducido para sensibilizarnos de algo que no ha terminado de entenderse a fondo y que ahora, con la crisis española, asume otros rasgos y nuevas demandas de reflexión.
Si los documentales están en la cúspide de la realización cinematográfica del Ecuador, La Churona es su mejor expresión y nos convoca al reto.