La fiesta sigue, la fiesta vive, algo así se anunció en una de las salas de Multicines, negocio vinculado a los dueños y señores de la plaza de toros. Me provocó levantar la mano con el pulgar hacía bajo, me sentí burlado.
Burlados todos porque la consulta popular le dijo no a los toros, aun en el cantón Quito. Ahora nos dicen -el concejal Norman Wray también- que la cuestión se debió socializar más. ¿Y qué hacemos con el pronunciamiento popular?
Así ha sido la burguesía de nuestro país: muy bacana, hace lo que le viene en gana y nos espeta siempre su violencia.
Lo mismo están haciendo con la Ley de Comunicación. Ya van dos veces que el pueblo en la urnas se pronuncia a favor de su promulgación, y nada. Tienen unos políticos expertos en quemar tiempo y con eso, otra vez, se burlan de la gente. Ellos se dicen demócratas y, sin embargo, no acatan lo que la gente manda con su voto.
La fiesta sigue y el festival de sangre llegará en noviembre, ya lo anuncian de manera brutal. Es un negocio que se burla, como el espíritu mismo de los toros, del clamor ciudadano -de los jóvenes, sobre todo- que pide respetar a la naturaleza.
La fiesta sigue, en la plaza y en los medios. Cada vez que pongan una publicidad sobre la feria Jesús del Gran Poder -vaya nombre, otra burla- la violencia de sus procedimientos quedará impune porque los medios, que también viven del negocio de la publicidad, auparán la provocación.
Eso es lo verdaderamente violento y quieren que lo aceptemos sin siquiera protestar. Eso es lo que nos ha venido partiendo: una arrogante minoría que, prevalida de su poder económico, no respeta nada.
Llegará esta feria y con cada aullido que brote del coso, mientras un infeliz animal sangra por su boca, se agitará la conciencia de toda esa gente que peleó por sus ideas, las sometió a consulta, ganó, pero no hay dios que haga respetar el fallo popular.
El Consejo de Quito ha promulgado unas mamarrachadas que las llama ordenanzas. Ese Consejo se ha lavado las manos y no ha podido sintonizar con la gente. Las ex reinas, muy mediáticas ellas, con su discurso liviano y dotadas de artificialidad, se han impuesto.
Y la Asamblea se ha mostrado inútil, enredada en su propia mediocridad y asiste impotente, o cómplice, a este
festival de risitas burlonas.
¿Es que no hay una instancia legal que interponga de oficio un amparo que detenga esa fiesta?